domingo, 27 de febrero de 2011

Diario de bitácora


Me gustaría decir que todo va bien, que todo sigue estupendamente y que no ha habido ningún cambio en mi vida. Me gustaría pensar que lo que me ocurre es debido al poco tiempo que ha transcurrido, así como que te podré olvidar, una vez más. Ojalá pudiera decir que he pasado días enteros sin pensar en ti o que de fiesta todo transcurre como si jamás te hubiera conocido. Ojalá. La verdad es que pienso en el futuro, pienso en la cantidad de caminos que puedo tomar al no estar a mi lado, pienso en la cantidad de canciones que podré componer basándome en tu olvido y pienso en ti más que en nada en este mundo. No hay canción que no me recuerde a tu estúpida presencia, no hay desengaño que no me haga pensar en mis esperanzas y no hay sonrisas que no consiga sacar sin pensar en que a tu lado tenían sentido.

Es demasiado pronto para mí, lo sé, soy consciente de los pasos de una separación y tengo en cuenta la psicología pero, igualmente, no puedo evitar pensar en un encuentro que no se realizará, en un arrepentimiento que no escucharé o en el beso que nunca nos daremos. Ojalá tú sueñes con ellos también. Ojalá me eches de menos hasta el tuétano, ojalá no aguantes tu existencia y ojalá ocurra todo aquello que tantas veces he soñado. Me da igual, sé que no ocurrirá, no tengo esperanza ninguna (que no ilusión) pero, sin deberlo, te quiero. Te quiero porque te odio, porque te he odiado infinidad de veces y aun así te he amado. Te quiero porque me dijiste que no, porque por tu ser escribí la gran mayoría de mi repertorio y porque, por ti, hubiera avalado mi vida. Ya te tocará a ti, lo siento, en esta vida todo tiene ida y vuelta y no existe la acción sin la reacción.

Llámalo karma si te apetece, yo como mucho me pondré frente a ti y, muy jodido, te diré: "chincha rabiña, cómete una piña".

[...]

lunes, 21 de febrero de 2011

C'est fini



Sin poder llorar, lloraré lo que he perdido y añoraré lo que no tuve. Sin sorpresas, una vez más. Sabíamos que ocurriría desde el principio. Ojalá me eches de menos mucho tiempo (no pienso ser hipócrita, lo siento)... y ojalá seas capaz de confesármelo.

Ya le daré alguna vuelta más cuando no esté tan jodidamente reciente y, quizás, saque una historia bonita de esto que me arde por dentro. Por ahora sólo pienso en conseguir respirar, en el momento de pasar por delante de tu hogar y no mirar y en lo que me tiene el destino preparado para el futuro. ¡Por el futuro incierto! No hace ni dos días que brindé por ello.

Parece que alguien lanzó la segunda moneda sin preguntarme y cayó por el lado más oscuro. Me toca colgar la armadura y ponerme el traje de fiesta, al fin y al cabo sigo celebrando mi cumpleaños (aunque, por cierto, hoy es el tuyo... felicidades) y no me va a servir de nada seguir luchando contra molinos de aire. Maldita Dulcinea, malditas lágrimas negras que recorrían tus mejillas y malditos los recuerdos que vuelven a tu corazón incomprensible.

Ahí tienes esas dos gardenias que un día alumbraron algo maravilloso, hoy muertas y olvidadas. Qué fácil me pasan los recuerdos esta noche, ya ni me acordaba de la cantidad de veces que nos habíamos besado y sonreído, espero que tú también sufras esta noche, me lo merezco.


[...]

sábado, 19 de febrero de 2011

Más vale


Había tanques, gente conocida alrededor, autobuses y algo de viento que se llevaba los papeles tirados por el suelo. Te fuiste a despedir de mí como siempre lo habías hecho, pero algo distinto noté en tu abrazo. Al apoyar mi mano en tu espalda la apartaste y, aún sorprendido, fue tu mano la que rodeó mi cabeza y la acercó a tu cuello. Me apretaste contra tu cuerpo mientras yo aspiraba tu fragancia, mientras me entretenía con tu suavidad. Sentía tus dedos agarrando mis cabellos, tu respiración acelerada, nerviosa. Sentía tus ojos cerrados, sentía tu cariño. Sentía el amor que tanto silenciaste.

Me separé para observarte desde fuera y, al fijar nuestras miradas, sentí aflorar todo ese cariño que acallé durante tanto tiempo, toda aquella debilidad que me hiciste sentir desde que te conocí. Acercándome lentamente hacia tus labios aún me sentía un niño a tu lado, aún sentía un pavor horrible a que me rechazaras, aún esperaba que tu timidez volviera a alejarte en el último momento; increíblemente, no fue así. Fueron tus labios contra los míos, fueron nuestros cuerpos, fue la explosión de cariño, fueron lágrimas de felicidad al sentirte mía, al sentirme parte de ti.

El claxon del autobús no nos dio más tregua. Con el corazón todavía desbocado nos separamos manteniendo nuestras manos entrelazadas, mirándonos sonriendo con la alegría de encontrarnos por fin, con la agonía de separarnos sin más opciones. Ni siquiera aguanté ver cómo te marchabas así que, dándome la vuelta, me fui antes de que el autobús te llevara a un lugar seguro, me fui hacia mi dársena antes de comprender que posiblemente no nos volveríamos a ver.

El autobús de reclutamiento salía en media hora, tenía tiempo para acariciar mis labios, para besar mis dedos, para buscarte en mis recuerdos.

[...]