lunes, 21 de marzo de 2011

Hambre


Con el cambio de estación aún estaban a gusto con la chaqueta puesta. Gracias al sol del atardecer todavía mantenían las gafas oscuras y, tirados tranquilamente en la playa, estuvieron disfrutando de su compañía mientras compartían la esencia primaveral que inundaba sus pulmones. Llevaban mucho tiempo necesitando hablar con alguien que no fuera a juzgarles, llevaban mucho tiempo queriendo encontrar a alguien que comprendiera su mensaje, su dolor, el vicio de su nocturnidad. No dejaban de ser extraños y, sin embargo, cada vez que se escuchaban se conocían de siempre. Sus dedos se rozaron un instante, las miradas se cruzaron y él no pudo evitar observar los labios entreabiertos ni acercarse lentamente mientras aspiraba esa nueva fragancia que deseaba probar por primera vez. Ella comenzó a respirar entrecortadamente, a disfrutar de esa nueva vida que por fin comenzaba, a dejarse llevar, a empezar a olvidar.

Estuvieron como dos adolescentes besándose hasta el anochecer, gozando de la sensación de sentirse deseados y aprovechando la translucidez de sus pensamientos para dejar todo el bagaje oculto entre los granos de arena de aquella playa testigo de su desfase. Al sentir la atenta vigilancia de la luna decidieron resguardarse optando por ocultarse en un lugar donde nadie los encontraría, en un lugar donde podrían descubrirse sin temor. Entre besos se desnudaron sin dejar de acariciarse. Entre besos susurraron sus gemidos y se gritaron sus secretos. Soñaron con vudú, con hechicería blanca, con polvos mágicos; se entregaron mutuamente a un rito tribal lleno de bailes y fuertes ritmos acompasados. Entrecerraron sus ojos innumerables veces, apretaron sus dientes y tensaron sus extremidades. Bebieron del presente, del dolor y de la sangre y, ebrios como cubas, siguieron dejándose amar por aquellas manos hasta entonces desconocidas.

No amaneció, nunca se ve amanecer en estas historias, nunca terminan estas noches, nunca se sabe cómo acaban. Esperaron a que bajara el sol para despertarse abrazados. Otra vez hambrientos, aún sedientos.

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domingo, 13 de marzo de 2011

Blues casi negro



Con tres acordes simples se puso a improvisar un blues oscuro, un blues triste sobre sus manos. Tocaba las teclas blancas y negras intentando que el piano le transmitiera el tacto de los dedos que una vez lo tocó, intentando recordar la suavidad de esas yemas que le sacaron un sonido mágico en una noche perfecta. Tocaba las teclas recordando ese abrazo desde atrás, ese beso en el cuello, las copas de espumoso, las velas aromáticas y el amor de los inocentes. Daba igual los colores que usaran para pintar la escena, el cuadro seguía siendo maravilloso y el momento, irrepetible.

"Curiosidades de la vida", pienso mientras trabajo la tierra con el legón intentando fatigar mi alma, "siempre cíclico, siempre repetitivo. Seis años y vuelvo a sentirme igual de vacío, igual de rechazado". Música y más música, destrucción y rock'n roll; siempre igual de patético, siempre igual de perdedor... otra vez en mi propia dimensión. ¿Alguien ha visto mi cuerpo? He perdido el contacto, he perdido mi ser.

Creo que me he quedado sin cobertura y la batería está temblando, no sé cuánto tiempo me queda pero estoy a punto de perder el último enclave con la realidad... y no me importa en absoluto, otra vez más. Seguiré sonriendo, seguiré pensando que todo va bien y seguiré con mi vida sin ti... una vez más. Esperaré el fa sostenido en mi blues en do, siempre viene bien una revolución.

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sábado, 12 de marzo de 2011

Sed


Dejo cargando "Entrevista con el vampiro" y aprovecho para pensar un rato sobre lo que me rodea, en lo que se ha convertido mi vida, en lo realmente poco que sé sobre el mañana. Estoy dejando pasar un plato magnífico por insensibilidad, intento aprovecharme de lo que le robo al vecino y mientras, dejo a mi alma coger aliento después del último batacazo. Desde otra habitación alguien me ofrece un aire renovado, una magia extraña y desconocida sin raíces ni conocidos, un piercing que todavía no he llegado a morder.
No estoy preparado. No estoy preparado para salir de casa ni para intentar agarrar esa manzana que me ofrecen. Me siento cansado, hastío, harto.
Un par de veces a la semana encuentro la motivación que me hace sonreír, un par de veces a la semana puedo expresar lo que siento con mis manos, con mi música. Un par de veces a la semana tengo claro lo que haré con mi futuro, tengo claro lo que deseo conseguir, tengo la libertad entre mis dedos, tengo el corazón reiniciado.

Creo que ya se ha cargado suficiente para poder verla sin interrupciones, se acabó el pensar por hoy, se acabó la nostalgia.
Lo tengo claro, esta noche no recordaré pero, joder, qué bien sabías.

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