domingo, 9 de octubre de 2011

Luna nublada


Paso a paso encaminó hacia su destino. Un escalofrío fue toda la muestra del pánico que no fue capaz de controlar mientras se acercaba a la ventana del salón. Las sirenas sonaban aproximándose, los gritos de los viandantes aterrados evidenciaban lo inevitable. En la calle los edificios iluminaban el cielo con un resplandeciente brillo de contaminación; los semáforos daban la única pincelada de color a esta noche que prometía ser más gris que cualquier otra.

Lo llevaba esperando desde hacía semanas, quizás toda la vida. Ese halo de tristeza que la envolvía desde su niñez algún día tenía que explotar y, aunque él no fuera la persona más empática del mundo, sabía que últimamente estaba peor que nunca.

Había un corro de personas, algunas lágrimas traumáticas y un charco de sangre en el que se encontraba el cuerpo destrozado de lo que una vez fue su mejor amiga y que siempre sería el amor de su vida. Así acaba una época. Hoy acaba ese periodo que él llamaba felicidad, hoy acaba la tristeza de la carga, de sentirse culpable, de sentirse impotente por no poder conseguir lo que siempre deseó. Miraba el final de la calle tranquilo, equilibrado, con una frialdad que le pasaría factura el resto de su vida. Con una lágrima dijo todo lo que tenía que decir, sacó un cigarrillo y de una bocanada le dio paso a su nuevo presente, a su último porvenir.

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