Este escrito solo tendrá sentido para un par de personas, no tiene ningún nivel literario, pero está escrito como desahogo de mi alma, el 19-08-2005 a las 4:15 de la mañana.
Las fuerzas se escapan de mi resistencia. Estoy a punto de caer al abismo de donde nunca tuve que surgir. Echo de menos estar en el camino, soy un lunático. Toda la vida escuchando hablar sobre ella, y toda la vida buscándola. Anduve sobre decenas de caminos en un laberinto sin salida. En varias calles creí encontrarla, pero no eran más que fachada. En una de ellas llegué a pararme, descansé y esperé buscando el fallo. Tanto me confié y la acepté, que no me di cuenta de que lo que veía estaba detrás de un cristal, dándome de bruces contra él al decidirme.
Desesperado y mareado caminé sin rumbo, con la cabeza gacha, observando las criaturas que se arrastraban por tierra. De vez en cuando me agachaba, cogía una, la tenía un tiempo y volvía a dejarla allí. Después lo pensé: si había criaturas debajo ¿por qué no encima? Alcé la mirada y lo vi, encontré el camino. Tenía razón, el laberinto no es solo horizontal. Escalé y escalé, allí debía estar, ¡seguro! Por fin llegué, y la vi. Tan maravillosa, tan perfecta. Agotado por el esfuerzo, fui arrastrándome a sus pies. Parecía la escultura de una Diosa. Increíblemente se agachó, me mantuvo un tiempo, y me lanzó al camino de donde había aparecido.
Ya no me quedan fuerzas, y ya no me quedan esperanzas de reencontrarla. Solo quedan oasis en mi camino. Desde el borde del abismo nada es tan importante. Respiro profundamente, una lágrima resbala sobre mi mejilla, abro los brazos en cruz y salto.
El aire golpea con fuerza mi rostro, cada vez queda menos tiempo. Cada vez queda menos tiempo. Cada vez… sonrío.
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