Conozco demasiado bien esa salida, siempre oscura, siempre con las estrellas al frente. A veces llueve y todo se vuelve aún más melancólico, escucho la tormenta golpeando el metal y siento las ruedas flotando sobre la capa de agua. En estos casos pongo la música bastante floja, sólo como acompañamiento. La melodía la lleva el cielo, el ritmo los limpiaparabrisas y nadie puede evitar que improvise sobre ti.
Improvisar es un peligro, y cuanto más lo hago más cuenta me doy del daño que consigo hacerme. A veces siento cómo pierdo energía, cómo se me hunden los ojos, el palpitar del corazón en las sienes y la agonía de la frustración, de la impaciencia. Deseo saber sin conocer. En realidad, odiaría saber.
Maldito instinto, maldita cabeza, maldita imaginación monotema, obcecada, absurda y obsesionada. Observo cómo se acerca la salida, los hoteles al fondo. Pienso tanto en estos instantes que se me hace eterno el pasaje. Siempre la misma música, el mismo grupo, el mismo ambiente, la misma ausencia.
Sopeso las pesquisas, analizo los hechos y busco el punto medio, la imposible objetividad. Da igual, sigo soñando con tus manos y no consigo evitar creer en la infidelidad de tu sonrisa. Maldita sea mi lógica y malditos sean mis celos. Maldito sea mi loco corazón y maldito el brillo de tus ojos tan imposible de olvidar.
En un segundo recuerdo lo vivido y lo malvivido, lo escrito y lo inventado, lo nimio y lo valioso. Apenas pestañeo al percatarme de cómo reduzco la velocidad involuntariamente. Aún no entiendo ese placer mío que encuentro al agonizar, no entiendo a ese subconsciente juguetón que prefiere apostarlo todo viendo una sola carta ni esa apatía con la que veo el mundo que me rodea. Pero bueno, supongo que da igual si lo entiendo o no, lo único que puedo hacer es intentar relajarme y recordar aquel primer concierto o aquellas dimensiones tan geniales.
Por fin, lo he logrado, las luces se reflejan en mi retrovisor alejándose lentamente. Suspiro, no me he hundido demasiado esta vez, llego a estar incluso aliviado. Ellas vibran chistosas avisándome de que aunque haya ganado por una vez, conocen bien mi rutina y saben que volveré. Y lo volverán a intentar, como hacen siempre, sin desperdiciar oportunidad. Y haré como que lucho, por darles el gusto, sin que sepan que, extrañamente, el gusto es mío.
Vivo toda tu vida en un segundo una y otra vez y, a veces, también la nuestra. No es tan increíble que escuche esa canción en modo repetición.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Examen relámpago
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...Pero cómo te odio y qué bien escribes maldito. Haces que me entren ganas de escribir(sólo que yo no lo hago tan bien).
ResponderEliminarA ver si la dueña de esas manos y esa sonrisa le devuelve la paz y el sueño a nuestro nocturno conductor.
Un beso guapo.
Magnífico... te envío una confidencia...
ResponderEliminarme ha gustado mucho. muy bien escrito.
ResponderEliminarun abrazo, Carlos.