domingo, 21 de julio de 2024

Onda de choque

Un escalofrío aterrador cruzó su columna mientras observaba la propagación del cataclismo. Todo cuanto había conocido procedía a destruirse en un apabullante silencio, únicamente roto por el campo electromagnético que alteraba los sistemas de radio como un réquiem a la humanidad, enmarcando la escena con un decorado de ruído blanco y confusión. Sabía de sobra que los cinco centrímetros de polimetilmetacrilato no eran suficientes para evitar que le alcanzaran los ionizantes rayos X, pero no por ello buscó refugio ni protección.

Aquel que fue un paraíso azul desapareció en pedacitos imperceptibles y en oleadas de radiación residual que, cada vez con menos frecuencia, resonaban desde el módulo de comunicaciones como estertores de agonía, recordándole su propia inutilidad y frustración.

Pensó en la Luna, ahora desviada de su órbita, perdida en el universo, preparándose para recibir los restos de aquel a quien siguió fielmente. La melancolía se convirtió en preocupación, desconocía si sería capaz de soportar los impactos y mantener su integridad sin colapsar, marchando ansioso entre los diferentes módulos tratando de orientar a aquella que lo acompañó durante tantas noches en vela calmándolo con su calidez. Al encontrarla, la emoción lo desbordó descubriéndola más fuerte y brillante que nunca, resplandeciente ante su protagonismo. No pudo evitar que se le saltaran las lágrimas y la amó libre, sin ataduras ni caras que ocultar. La amó mientras la observaba deambulando, encontrando su nuevo lugar en el espacio y, esperanzado, le deseó suerte en su viaje. Ya tendría tiempo de pensar en su propia deriva.

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