Jamás volvió a ser la misma playa. Vagó entre estaciones, vendió todos sus bienes y se marchó en busca de su infancia. Al llegar se dio cuenta de que no era su playa. Bueno, sí que era, ahí estaba el tobogán, el montículo de piedra que se adentraba en el agua; incluso seguía estando el kiosco donde compraba pipas, ahora abandonado. Después de haberlo dado todo, dudaba. Dudaba subido al oxidado tobogán mientras el humo tranquilizaba su cerebro inquieto, dudaba mientras la brisa nocturna no le traía el olor de su juventud sino la fragancia de restos de peces putrefactos medio comidos por las gaviotas, cazados de la piscifactoría vecina. Dudaba, y jamás se había planteado dudar. Fue algo que le pilló por sorpresa. Todo era tan jodido en la ciudad que nunca se imaginó que la echaría de menos. Ahora tenía paz, tenía la paz que tanto había recordado, la paz que le llenaba de melancolía día y noche y, sin embargo... ¡dudaba!
Se desnudó a la luz de la luna, quizá no viviría allí mucho tiempo pero un baño más no se lo quitaría nadie. Anduvo tranquilo, disfrutando de la temperatura, sintiendo cómo se le erizaba cada parte de su cuerpo conforme se adentraba en tan oscura bañera. La luna reflejada en un ángulo perfecto, el agua semejaba un lago de aceite. Sin duda era una cala maravillosa. Hizo el muerto un rato disfrutando del frío nocturno veraniego, se chapuzó y terminó por salir después de haber mojado su garganta con tan salada sustancia. En la arena todo seguía tranquilo. Nadie alrededor, ni siquiera viejos conocidos, no quedaba nadie. Todo era nuevo y viejo para él al mismo tiempo... se sentía raro y desgraciado, se sentía estúpido. Se vistió y volvió a fumar acostado sobre la arena, mirando el cielo, mirando las estrellas. El cielo era, paradójicamente, lo único que le ataba a la tierra, era lo único que le hacía pensar que pertenecía a este mundo. Daba igual donde fuera, reconocía las estrellas, las constelaciones, la estela de las fugaces, el recorrido de la luna. No sabía qué pensar, hacia dónde marchar, qué hacer ahora. Bueno, ahora dormiría, necesitaba descansar su alma, las decepciones le hacen a uno más viejo, sobretodo cuando no se dejan ver en el exterior. Lanzó la colilla, cerró los ojos y durmió. Todo parecía más fácil en sueños.
lunes, 29 de marzo de 2010
Abandonada
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qué relato tan triste...
ResponderEliminarestoy probando estilos para la revista, realmente me hace ilusión y quiero sacar algo bueno jeje. Gracias por el comentario.
ResponderEliminares genial!!
ResponderEliminarme encanta, si no t importa m pongo un par d frasecillas en el estado del tuenti
jejej
es muy bueno, en serio
bueno... ante mi falta de tuenti debo preguntarte... qué frases has escogido? muchísimas gracias evil, un besazo
ResponderEliminarLas decepciones le hacen a uno más viejo, sobretodo cuando no se dejan ver en el exterior. Todo parece más fácil en sueños.
ResponderEliminar:) ok!
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