jueves, 3 de noviembre de 2011

Hard rock



Mi cuerpo se deshace, otra vez. Supongo que todo se mezcla en la negación ante las pruebas más palpables. Miro la sangre sobre la palma de mi mano y sólo puedo pensar en la soledad.

El viento chocaba contra mi rostro. Un pájaro pasó a ras lentamente, sentía su aleteo golpear el aire. Ante mis ojos la vida se detuvo, o eso creo, siempre he dudado que todo se esperara a que me secara las lágrimas para continuar pero así es. Miré alrededor, todo congelado pero borroso como en un mal sueño, acerqué mis manos a mi rostro y me oculté entre ellas conteniendo un grito desesperado. Ocurre que al volver a sacar la cabeza ya nada es lo que era, el mundo cambia a una velocidad vertiginosa para compensar el tiempo perdido; creo que es mi indiferencia ante este hecho por lo que sigo permitiendo que ocurra. Una vez estabilizado el continuo espacio tiempo me encaminé hacia la terraza de aquel edificio donde todo terminó, volví a sentarme en aquel banco y volví, como hice infinidad de veces desde ese día, a fumar un cigarrillo con odio y agresividad. No me hace falta detener el tiempo aquí, no hay nada que ocultar, así que dejo que pase el resto del reloj antes de volver a respirar.

Esta vez no duele, no por ahora. La miro y es sangre limpia, pura. He perdido la sensibilidad en casi todo mi cuerpo. No me siento preocupado, más bien siento algo de curiosidad por saber cuándo y, sobretodo, cuánto durará. Nada puede curar correctamente de esta manera, lo que me extraña es que haya tardado tanto en reaparecer. Intento detener el tiempo y esta vez no puedo, algo se muere dentro de mí, está anulando mi capacidad de abstracción. No encuentro salida fácil y eso me agota. Busco mi corazón, persigo mi pulso a lo largo de ese electrocardiograma y no hay manera de atraparlo; no soy más que un punto verde en una pantalla de fósforo, perpetuado por la agonía, por la espera.

Estoy harto de esa asquerosa coordinación, de esa estúpida simetría del bienestar en los aspectos de una vida. El odio y la impotencia se juntan, el cansancio provoca depresión y apatía. No hay salidas ni soluciones, no hay caminos que tomar ni opciones donde demostrar mi abulia. No hay libertad, nunca existe cuando nos permiten pensar. No hay salvación, nunca la ha habido.

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