lunes, 31 de enero de 2011

Alea Jacta Est



Nervioso, ansioso. Tengo las tres monedas en el bolsillo preparadas. Tres monedas que depararán mi futuro cercano y, probablemente, aquél que sólo puedo imaginar. La primera de ellas la sostengo sobre mi dedo pulgar preparada para ser lanzada. La segunda la acaricio entre mis dedos y no consigo evitar pensar que son ellos los que me dan toda mi seguridad. Son mis dedos los capaces de producir la música que amo. Ellos son los que guardan la suavidad de tu piel, la calidad de tus partes más ocultas, la humedad de tu vergüenza. Ellos, frágiles mas descuidados, poderosos menospreciados. Valioso tesoro que eligen la secuencia de mis palabras, poseedores de mi futuro.

Lanzo la primera moneda observando a cámara lenta las rotaciones, mis posibilidades, la comodidad de un final. Lanzo expectante, lanzo preparado pero desconfiado, lanzo por orgullo.

La segunda la aprieto aún más miedoso que la anterior; miedo de la espera, miedo inseguro. Moneda embrujada capaz de reposar sobre su canto después de haber elegido ambas caras. Moneda de mi felicidad, moneda de mi plenitud; moneda mía, de mi alma, guárdate de mi persistencia, no te dejaré caer por el lado de la soledad, no más.

La última la tengo guardada desde hace mucho, la del soñador, la del lunático. La preparé para que fuera la última, para que dependiera siempre de las otras dos: la que elegiría la continuidad, la que se fijara en las veredas. Permanecerá algún tiempo en la oscuridad de mi bolsillo con la cobardía del jugador, con el miedo del sedentario, con la soledad del ermitaño.

Continúo observando el paso de las caras de la moneda sobre mi cara, gira y gira manteniéndose un momento frente a mis ojos ingrávida, mágica, permitiéndome rezar por el descenso afortunado que me espera. Deseo, deseo para ella ahora que aún puedo. Deseo cerrando los ojos. Deseo recorriendo tu cuerpo una y otra vez. Deseo incontrolable de volver a verte sonreír, de abrazarte, de amarte hasta que no puedas más.

Volveré a amarte, volveremos a gozar el uno del otro como tú y yo sabemos, volverás a rendirte antes de que lance la segunda moneda. Sentirás cómo perpetro tu alma, agito tu vida y erizo tu cuerpo. Sentirás el placer de la sumisión, de nada servirá que te resistas. Naufragaré sobre tu cuerpo, exploraré tus montes, te reventaré muy dulcemente... y te lo haré mil veces... para eso no hay moneda que valga.


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miércoles, 26 de enero de 2011

El bardo



Siento estas frases sin sentido, el último tirón de exámenes no me deja concentrarme lo suficiente para conseguir nada aceptable ni tiempo para intentarlo; tan sólo tenía síndrome de abstinencia y la necesidad de purgar aquellos sentimientos que se amontonan en la azotea intentando evadir el estudio. Comenzaré con unos versos bastante conocidos...



"Y si fuera
mi vida una escalera
me la he pasado entera
buscando el siguiente escalón,
convencido
que estás en el tejado
esperando a ver si llego yo"

¿Estás aquí? Te siento, deseo sentirte. Obtengo el placer de tus recuerdos, de nuestras disonancias, de tus cadencias perfectas. Busco la sonrisa en cada brizna de vida, me pierdo en mi planeta por momentos.

El cielo muta mi voz, acalla mis lamentos. De mi garganta sólo se escapan pequeñas improvisaciones en un estilo único, un estilo incomprensible. Busco respuestas sin preguntar, acortar distancias sin caminar, tu amor incondicional, luchar sin rival.

Tengo el yelmo preparado, la cota de malla y mi espada de madera; una cinta de Power Metal, un oso blanco por montura y una rosa que espera al rescate de su princesa. Déjame matar al dragón, déjame atravesar tu fortaleza; tú sabes cómo abrir mi armadura. ¿No sientes, joven hechicera, de dónde procede tu poder?

Tengo la mente embotada, el cuerpo débil y apenas me quedan recursos. Por siempre la misma guerra, por siempre hacia el frente dejando la cordura en el camino, por siempre en un laberinto trampeado. No acabaré aquí, nunca lo he hecho. Ahora empieza un nuevo ciclo, otra nueva batalla, un nuevo encuentro, la misma luz con distinto brillo. Acabaré con tus barreras, destruiré tus preocupaciones y conseguiré mantenerme en tu memoria para siempre.

Pasarán los años pero yo... no abandono.



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martes, 18 de enero de 2011

The winner!!



http://www.leoyescribo.com/y-el-ganador-es/

Muchísimas gracias a todos!!!


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jueves, 13 de enero de 2011

Wendy



Dejaré parte de mi retórica a un lado. Intentaré dejar la oscuridad para la intimidad de nuestros abrazos y nunca salir las noches sin luna. Haré todo lo posible para que sigas sonriendo cada vez que pienses en mí y para que, poco a poco, confíes en mí lo suficiente para subirte a mi alfombra mágica.

Descenderé hasta la tierra para hacerte tocar el cielo cada vez que te apetezca. Déjame que te lleve, déjame que te abrace mientras te abro los ojos a algo maravilloso. Déjate disfrutar un día, una semana, un año, una vida... qué más da; te lo prometo, sea cuanto sea habrá merecido la pena el esfuerzo. Sea cuanto sea habrá merecido la pena, de verdad.

Seré rico, te lo he dicho siempre. Triunfaré y me sentiré satisfecho. Al principio creí que se basaba sólo en lo que pesara mi bolsillo, ahora entiendo que mi riqueza será mi mayor tesoro y que en mi cofre del tesoro estarás tú. La próxima vez que te vea te marcaré con una X para que no se me olvide nunca dónde estás, y yo me dejaré marcar por ti, una vez más. No tengas miedo, no más. Sonríeme otra vez, me das vida, me das ánimos, le das sentido a mi lucha.

Convertiré tu mirada profunda y pensativa en un brillo de locura inesperada. Voltearé tu vida liberándote de todo bagaje, y tú conseguirás lo mismo conmigo. Somos dos niños con miedo. Hagamos un trato, tú coses mi sombra y yo te enseñaré Nunca Jamás. Vuelve a soñar a mi lado. Volverás a sentir la ilusión que creías perdida, volverás a sentirte adolescente. Luchemos contra el capitán Garfio, démosle de comer al cocodrilo y cuéntame cuentos hasta que me duerma. Tú me enseñarás a andar y yo a ti a volar; compensemos nuestras almas.

Confiarás en mí; te dejarás llevar como Marlin en la corriente submarina, como Jasmine con la alfombra mágica... como Reina con su golfo particular.
Ya verás, no te arrepentirás jamás. Nunca jamás.

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lunes, 10 de enero de 2011

Sinestesia



Voy escuchando las palabras que surgen de esos labios que tanto dolor me han producido. Apenas entiendo lo que dicen pero lo comprendo en su totalidad. No me mira, ni siquiera se dirige a mí pero no puedo dejar de escuchar. El ritmo de sus sílabas rige mis latidos. Cierro los ojos para fijarme en los colores del ambiente, en lo que rodea su mensaje. Mi cuerpo se relaja. Respiro profundamente intentando salvar las últimas velas que se alojan en mi pecho; me falta el aire aunque lo intente. Me falta el aliento. Siento sus versos como dagas que se clavan en mi cabeza y en mi nuca. No es para mí, no piensa en mí, lo sé... aun así no puedo evitar sentirme identificado.

La música no debería afectarme tanto. Debería intentar evitar aquellas canciones que consiguen enmudecerme, aquellas que lo vuelven todo de color oscuro. Debería ser capaz de no abusar y, sin embargo, las conecto una y otra vez cuando no me ves. Esto, a diferencia del amor, es mucho más intenso sin ti. Me quedaré una vez más sin sorpresas, es inevitable.

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miércoles, 5 de enero de 2011

Hedonista



Cuando más podría dudar, más seguro lo tengo. Cuanto más flaquean mis fuerzas, más recuerdo tus besos, más recuerdo tu sonrisa. El Manrique de Bécquer se volvería loco (o, al menos, loco de envidia) si supiera que yo he llegado a su rayo de luna, al rayo de luna por el que él envileció su vida, al rayo de luna por el que perder la cordura.

Estaré esperando cada anochecer a que vuelvas a iluminarme y, aunque tenga que hacerlo por el resto de mis días por culpa de tu mala memoria, conseguiré que me quieras una y otra vez. Tenemos hasta el amanecer, nos amaremos agotando hasta el último segundo. No te vayas nunca sin mirarme una última vez, no te vayas nunca sin regalarme tu contacto como despedida, no me dejes sin que sienta que me quieres... la vuelta a casa me gusta hacerla con las gafas de sol, buena música de fondo y el olor de tus labios en mi cuello.

Hasta pronto, luna mía, hasta luego solecillo. Sonrío mientras te escribo porque te recuerdo. Sonríe, corazón, sonríe sin pensar en nada más. Seamos hedonistas juntos, seamos hedonistas hasta que te des cuenta de que lo haces por amor.

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martes, 4 de enero de 2011

Recuerdos presentes


Otro aviso más, ya eran cinco los de esta semana, unos veinte desde que empezó esta locura hará un mes. Realmente me llegaba a dar lástima ver la mirada incrédula e impotente de los padres de los muchachos; a nadie satisface pensar lo del "lugar mejor" mientras sacan el cuerpo inerte de tu hijo por la puerta, unas veces desangrado, otras ahorcado. El penúltimo saltó desde el ático de su edificio y, por la eficacia de su método, suponía que sería copiado en breve por algún otro atormentado.

¿Quién iba a pensar que sería capaz de estimular la captación de la serotonina un cambio tan minúsculo en la composición? Tan sólo pretendía mejorar un antiguo psicotrópico y conseguir un dinero extra, no deprimir a toda una generación de jóvenes. Es cierto que al enterarme de los efectos paré, el problema es que ya había puesto en el mercado suficiente cantidad como para mantenerlos a todos colocados durante un año. En poco tiempo se convirtió en una droga íntima con instrucciones de uso creadas desde algún foro de internet: consumirla tomándote un baño mientras escuchas en tu mp3 el disco más deprimente que tengas... casi nadie aguanta más de dos dosis sin desear acabar con todo el dolor de su alma.

De todos, éste es el caso más extraño que he visto, el cadaver no ha sido manipulado en absoluto. Su madre ni siquiera se acercó a ella antes de llamar a emergencias, al pasar por su lado no encontré rastro de lágrimas ni de lamentos, nada que me hiciera pensar que era carne de su carne.

Observo la escena, es preciosa, observo la chica, una princesa con cierto parecido a Emma Watson y de más o menos su edad. Ella también sucumbió al reto. Velas consumidas en las esquinas, agua ahora fría y pétalos de rosa flotando sobre la misma. Su cuerpo desnudo y pálido, su antebrazo izquierdo con un corte perfecto, digno de un cirujano, sin dañar tendones ni rasgar la piel de alrededor. Un solo trazo, debió ser una chica increíble. De sus oídos todavía cuelga un reproductor de música que continúa funcionando en modo repetición. Lo cojo con curiosidad descubriendo así que eligió los nocturnos de Chopin para sus últimos momentos. Estoy fascinado con ella, me fijo en sus cabellos color castaño claro, sus ojos de un marrón oscuro casi negro insensibles a la luz y sus labios dulces, ahora sin vida pero aún carnosos. En la parte trasera del aparato tiene etiquetado un nombre, un nombre que hace que mi corazón lata más deprisa nada más leerlo, un nombre que me remonta años atrás y me obliga a controlarme. Noemí, mi bella, mi amada.

Ojalá estuviera solo para poder fotografiar todo esto que observo, esto que ella misma preparó y que me ha regalado sin saberlo, antes de tener que destruirlo. Compruebo su pulso, doy fe de su fallecimiento y yo mismo retiro el tapón que aguanta el agua mezclada con la sangre de mi princesa. Su cuerpo marchito descansa tranquilo mientras los pétalos se quedan apoyados en su piel conforme baja el nivel que descubre su desnudez. Maravillosa desnudez. En su pubis nace un vello tan fino que no le resultaba necesaria su depilación para verse limpio y cuidado. Sus pechos de tamaño medio aparecen firmes y jóvenes, con areola rosada y pequeña. De la bañera y con disimulo saco la cuchilla de barbero con la que arrancó su vida y la guardo en mi bolsillo; éste será mi fetiche, mi cruz personal.

Vuelvo a mirar su cuello, su mentón, sus orejas perfectas, sus cejas y sus largas pestañas. Salgo de allí acongojado, con un nudo en el estómago que me impide respirar. Antes de escapar definitivamente miro a su madre, a su progenitora. El psicólogo intenta hablar con ella aunque no consigue sacarla del estado de shock en el que se encuentra; aun es pronto para comprender que su pequeña se ha ido para siempre por su propia voluntad.

Voluntad. ¿Acaso fue esa su verdadera voluntad? ¿Lo había pensado alguna vez antes de consumir mi droga? Ya en mi casa le daba vueltas a mi cabeza como lo hacía con la cuchilla entre mis dedos. Noemí. Su nombre era maravilloso y doloroso en mi interior. Su recuerdo se entremezclaba con los de mi pasado, y estos se batían junto al diazepam en mi cabeza. Volví a aquella moto, volví a aquel accidente. Ahora su rostro era el de la nueva Noemí, el del nuevo ángel, ahora sus cabellos habían clareado, ahora sus ojos eran más oscuros y sus labios tenían color carmesí. Volví al momento en el que gritaba su nombre una y otra vez antes de desmayarme en esa carretera donde su sangre se derramó, aquella ocasión sin elección.

Esta vez no desperté en el hospital sino en mi sofá, sudado y exaltado, algo desorientado respecto al tiempo y aún agarrado al filo de acero. De la pared colgaba mi guitarra polvorienta y, sin dejar de mirarla, pensé en todo el tiempo que había pasado y lo poco que había cambiado mi vida realmente desde que me aferré a ella para ahogar mis emociones. Sin dejar de mirar esas seis cuerdas intentaba no imaginar su sonrisa. Sin dejar de mirarlas intentaba no darme cuenta de que todo fue por culpa mía.

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