jueves, 3 de noviembre de 2011

Hard rock



Mi cuerpo se deshace, otra vez. Supongo que todo se mezcla en la negación ante las pruebas más palpables. Miro la sangre sobre la palma de mi mano y sólo puedo pensar en la soledad.

El viento chocaba contra mi rostro. Un pájaro pasó a ras lentamente, sentía su aleteo golpear el aire. Ante mis ojos la vida se detuvo, o eso creo, siempre he dudado que todo se esperara a que me secara las lágrimas para continuar pero así es. Miré alrededor, todo congelado pero borroso como en un mal sueño, acerqué mis manos a mi rostro y me oculté entre ellas conteniendo un grito desesperado. Ocurre que al volver a sacar la cabeza ya nada es lo que era, el mundo cambia a una velocidad vertiginosa para compensar el tiempo perdido; creo que es mi indiferencia ante este hecho por lo que sigo permitiendo que ocurra. Una vez estabilizado el continuo espacio tiempo me encaminé hacia la terraza de aquel edificio donde todo terminó, volví a sentarme en aquel banco y volví, como hice infinidad de veces desde ese día, a fumar un cigarrillo con odio y agresividad. No me hace falta detener el tiempo aquí, no hay nada que ocultar, así que dejo que pase el resto del reloj antes de volver a respirar.

Esta vez no duele, no por ahora. La miro y es sangre limpia, pura. He perdido la sensibilidad en casi todo mi cuerpo. No me siento preocupado, más bien siento algo de curiosidad por saber cuándo y, sobretodo, cuánto durará. Nada puede curar correctamente de esta manera, lo que me extraña es que haya tardado tanto en reaparecer. Intento detener el tiempo y esta vez no puedo, algo se muere dentro de mí, está anulando mi capacidad de abstracción. No encuentro salida fácil y eso me agota. Busco mi corazón, persigo mi pulso a lo largo de ese electrocardiograma y no hay manera de atraparlo; no soy más que un punto verde en una pantalla de fósforo, perpetuado por la agonía, por la espera.

Estoy harto de esa asquerosa coordinación, de esa estúpida simetría del bienestar en los aspectos de una vida. El odio y la impotencia se juntan, el cansancio provoca depresión y apatía. No hay salidas ni soluciones, no hay caminos que tomar ni opciones donde demostrar mi abulia. No hay libertad, nunca existe cuando nos permiten pensar. No hay salvación, nunca la ha habido.

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domingo, 9 de octubre de 2011

Luna nublada


Paso a paso encaminó hacia su destino. Un escalofrío fue toda la muestra del pánico que no fue capaz de controlar mientras se acercaba a la ventana del salón. Las sirenas sonaban aproximándose, los gritos de los viandantes aterrados evidenciaban lo inevitable. En la calle los edificios iluminaban el cielo con un resplandeciente brillo de contaminación; los semáforos daban la única pincelada de color a esta noche que prometía ser más gris que cualquier otra.

Lo llevaba esperando desde hacía semanas, quizás toda la vida. Ese halo de tristeza que la envolvía desde su niñez algún día tenía que explotar y, aunque él no fuera la persona más empática del mundo, sabía que últimamente estaba peor que nunca.

Había un corro de personas, algunas lágrimas traumáticas y un charco de sangre en el que se encontraba el cuerpo destrozado de lo que una vez fue su mejor amiga y que siempre sería el amor de su vida. Así acaba una época. Hoy acaba ese periodo que él llamaba felicidad, hoy acaba la tristeza de la carga, de sentirse culpable, de sentirse impotente por no poder conseguir lo que siempre deseó. Miraba el final de la calle tranquilo, equilibrado, con una frialdad que le pasaría factura el resto de su vida. Con una lágrima dijo todo lo que tenía que decir, sacó un cigarrillo y de una bocanada le dio paso a su nuevo presente, a su último porvenir.

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viernes, 9 de septiembre de 2011

Puzle



Observó toda la escena inmovil, impasible. Vio a la mujer gritando desesperadamente, sus palabras se entremezclaban por un eco que seguramente no existía. La vio gesticular demasiado y lanzando, con el codo y sin querer, aquel vaso fuera de la mesa. Siguió la parábola y el giro de aquel objeto hasta que llegó al suelo donde se convirtió en decenas de cristales que saltaron en un estallido. Uno de esos vidrios afilados voló como una aguja clavándose en su pierna. Esta vez sí escuchó perfectamente su chillido de dolor, y sintió una presión enorme en su corazón cuando la vio llorar, cuando seguía gritándole culpándole de todos sus males, insultándole sin parar mientras un hilillo de sangre brotaba de la piel de su pierna.

Tenía una piel espectacular, suave y tersa, dorada al sol incluso en invierno. Le encantaba cada centímetro de su cuerpo. Adoraba sus caderas, sus curvas, su busto y ese largo cuello que tanta pasión les proporcionó en el pasado. Miró sus labios, ahora no le besaban, gesticulaban violentamente como nunca antes habían hecho. Esos carnosos labios ahora pronunciaban palabras que sus oidos no eran capaces de traducir, o no querían. Una sombra negra apareció en el lateral y siguió el rastro hasta sus ojos de miel. Los vio brillantes por la tensión, rojos por el dolor y, en el fondo, oculta por la ira, descubrió la mayor tristeza que jamás le había reconocido. Ahora no sólo le dolía el corazón, ahora era mucho más profunda esa impotencia, ese sentimiento de culpabilidad.

Ella le apartó la mirada para, dejando de gritar por un segundo, observarse la herida que le estaba empezando a escocer. Con los ojos empañados por las lágrimas le resultó imposible enfocar lo suficiente como para atinar a ver el trocito de cristal. Sollozando casi en silencio, con la cabeza baja y las manos cubriéndose la cara sintió la calma en forma de un abrazo protector. Un abrazo que siempre le había devuelto la tranquilidad, un abrazo que le devolvía a la infancia, a sentirse amada, a no estar sola nunca más. Se agarró a esa camisa con rabia, a ese olor, y lloró más de lo que nunca había llorado. Lloró por fin desprendiéndose de todo ese odio que creó como defensa. Lloró por lo que realmente era importante, lloró centrada en el bebé que nunca tendrían, lloró desesperada en la calidez de su amor. Él se mantuvo abrazado a ella, presionándola contra su pecho, callado, con su cabeza apoyada en la de ella, besando su coronilla con suavidad, de manera paternal. La amaba desde siempre y la seguía amando. La amaba a ella, yerma, baldía... preciosa. La amaría siempre porque no necesitaba a nadie más para sentirse completo, la amaba porque era su único sueño, porque siempre sería su luz. Delicadamente le alzó la cabeza y la besó con los ojos cerrados. La beso como sólo ellos sabian.
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martes, 16 de agosto de 2011

Equilibrio



Se despidieron con un beso y una sonrisa triste. Volverían a verse, en eso habían quedado aunque no fueran capaces de prometerse nada más. Volverían a disfrutar del calor que produce sentirse queridos, protegidos. No se amaban, apenas se conocían y, aún así, se necesitaban profundamente. Todo había ido demasiado rápido. Ella jamás conseguiría sacarle de ese vicio del que él no quería desprenderse. Él no podía evitar darle todo ese cariño que ansiaba... ella no podía evitar sentirse feliz al no pensar en nada más.

Caminando hacia su coche una brisa le devolvió al frío de la soledad. Se sintió sucia, usada, violada. Maldijo a su corazón por inconsciente. "No te dejes, no otra vez". Se conocía, se sabía fuerte, fría, capaz de diferenciar y de mantenerse emocionalmente alejada. ¿Si era así por qué lloraba? Se odiaba, no se valoraba, creía merecerse el sufrimiento. "Todo saldrá bien" se repitió todo el camino sin comprender a qué venía su propia reacción, sin entender sus lágrimas y sin querer aceptar que ya era demasiado tarde.

Él cerró la puerta y volvió a su nido. En la almohada todavía podía distinguir su perfume; en las sábanas, su fragancia. Mirando al techo intentó recordar lo que era estar enamorado. Mirando al techo ya no se preguntaba por qué era incapaz de sentir, sino por qué ella comprendía esa falta de emociones y lo respetaba, y eso lo estaba matando por dentro. Sentía su corazón usurpado. De alguna manera ella había conseguido penetrar en su diario más íntimo y leer sus secretos, la llave de su prisión. Conocía la clave y aun así no la había usado, lo estaba volviendo loco. Volvió a oler la almohada con desesperación y se sintió todavía más abandonado de lo que estaba hacía apenas unas horas. Es mucho peor cuando el calor persiste en el colchón.

No lo sabrían jamás, pero es un hecho curioso el que los dos encendieran sus cigarros y soltaran la primera calada en un suspiro al mismo tiempo, amándose y odiándose recíproca y reflexivamente. Ambos se sentían estúpidos, perpetrados y dependientes de ese cariño que eran capaces de ofrecerse y ambos, cabezones, seguirían quemándose hasta que alguno de los dos reconociera, probablemente demasiado tarde para curar heridas, su derrota en esa batalla sin vencedores.

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lunes, 11 de julio de 2011

Broken Star



- No, a ver, es odio, odio puro al 95%.

- ¿Me estás diciendo tan tranquilamente que la base de tus composiciones es el odio? ¿Toda tu obra? ¿Todo lo que has creado?

- Es un poco complicado -descruzó las piernas y, con el pulgar y el índice de la mano derecha, se frotó los ojos en un claro gesto de desesperación como quien intenta explicar la teoría de la relatividad sin usar la letra a- hay gente que piensa en el odio como en el color negro, como algo malo y con distorsión. El odio puede ser una sonata completamente armónica, un lienzo lleno de color o la mejor historia de amor de todos los tiempos. Shakespeare odiaba todo lo que le envolvía, odiaba a las mujeres, la peste a mierda de caballo y la asquerosa pomposidad que lo rodeaba; eso le llevó a escribir las más bellas historias.

- ¿Y no se puede crear basándose en la felicidad?

- Nadie crea cuando está satisfecho y lo que se ha conseguido siempre tiene cierto aire que lo único que inspira es más odio. Todos los grandes compositores fueron unos desgraciados, desde Beethoven hasta Kurt Cobain. No me estoy comparando con ellos pero sí que puedo llegar a considerar que no me equivoqué manteniendo ese espíritu.

- ¿Dices que elegiste la infelicidad?

- No, eso no se puede elegir. No hubiera sido feliz en ningún caso, los planetas no se alinean con tanta frecuencia. Lo que elegí fue su aceptación, acepté el hecho de que hay cosas que no puedo cambiar y las aproveché. -tranquilamente rebuscó entre los bolsillos de su chaqueta y sacó un cigarrillo que encendió con un zippo niquelado, le dio una calada profunda y, soltándola satisfecho, continuó- En el tiempo que llevo dedicándome a esto he viajado mucho y he dormido muy poco, a cualquiera eso le parecería un sueño. Siempre deseamos lo que no tenemos, yo llevo años soñando con una casa en el campo, una piscina modesta y la tranquilidad de la rutina a brazos de una mujer normal.

- ¿Normal? Tienes fotos en las fiestas más glamurosas del mundo, has estado en jacuzzis con las mujeres más deseadas del país y eres odiado y envidiado a partes iguales por todos los hombres que alguna vez oyen hablar de ti. ¿Tu sueño es la rutina con una mujer normal?

Miró hacia los lados y se inclinó hacia adelante como quien va a contar un secreto -Putas, todas putas. De las que no cobran, las modelos, las del famoseo; estoy harto de ellas y de sus cuerpos perfectos, estoy harto de su pijería y de sus tonterías. Mírame bien, si no fuera por lo que he conseguido no se acercarían a mí ni para compartir un taxi. Con lo que sueño es con alguien a quien le de igual el éxito, el dinero o mi posición, una mujer entradita en carnes con una sonrisa sincera, que sepa guisar y que ni siquiera sepa lo que es la cocaína.

- ¿Llegas con tu Cadillac, tus pantalones de cuero y tus millones rebosando del bolsillo y dices que tu deseo es compartirlo con una Maricualquiera?

- NO, lo que digo es que lo daría todo: mi coche, este estúpido sombrero y los excesos por esa Maricualquiera. Esa es mi impotencia, ¿todavía no entiendes la conexión? Ahí está la raíz de mi odio, mi espina clavada, mi inconformismo. No volvería a tocar una partitura si fuera necesario, y ahora está todo tan jodido que resultaría imposible encontrar a una mujer normal, con una familia normal y con una educación normal.

- ¿Podremos encontrar alguna prueba de esto que dices en tu próximo disco "Death means freedom"?

- Absolutamente en todos y cada uno de los acordes que lo componen, pero hay que escucharlo con la mente bien abierta. Y ahora, si me disculpan, voy a empolvarme la nariz.

- Bueno radioyentes, pues aquí terminamos la entrevista de hoy, recordad: "Death means freedom" a la venta desde el próximo sábado. Nos despedimos con el single "Unplaced letter" aquí, en Radio 66, ruta hacia el metal.

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domingo, 26 de junio de 2011

Eudaimonia



Impreciso instante aquél. De repente volvieron a mi cabeza los oscuros ritmos envueltos entre gritos de esa fuente en la que chapotearon más de los que un día debieron. Hiel envuelta en miel. Veneno puro. Milagrosa salvación. Nada bueno guarda un súcubo en su sonrisa.

Entre lingotazos de tequila envuelvo mi cabeza con una sábana de color granate oscuro, tacto de seda y olor a sexo reciente. Mis manos me devuelven la mirada con aspecto culpable. Al fondo de la barra la tragaperras expulsa un premio insulso a un vicioso que la golpea con la estúpida creencia de que la violencia le conseguirá lo que desea. Tengo los sentidos aletargados. Mi lengua no distingue más sabores, dudo que pudiera pronunciar palabra. Mi tacto es torpe y lento, tembloroso, triste y, mis oídos, bueno, ellos me cantaban "All I need" como si eso fuera a arreglar algo.

Recordaba, pero no con claridad. Recordaba una historia que era una mezcla, una persona que era una unión y una tristeza que no tenía motivo. Tristeza, eso sí que lo diferenciaba. Ciertos sentimientos no se pierden por mucho alcohol que se consuma. Todo se transforma, los colores saben distinto, las caricias cambian y el crepitar de mi cerebro me vuelve aún más loco. No hay reglas a donde voy, eso me han dicho siempre.

Luces reflejadas en el asfalto, un camino curvo y borroso pasa cada vez más veloz. Dejo atrás las mentiras al acelerar. Al llegar, fuegos fatuos brillan ante mí como una premonición, son preciosas sus llamas. Mágicos espíritus asustadizos, mejor no molestarles. Sobre el capó observo el firmamento, voy recobrando mi sobriedad. Palpo el metal en busca de algún resto de ti y no encuentro más que el calor del motor. Ya no hay siluetas, no hay sonrisas ni abrazos. Ya no estás. No estás y tu ausencia es dolorosa. Se aproxima una tormenta, la luna está empañada y el aire viene húmedo. Mañana será otro día, supongo.

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sábado, 4 de junio de 2011

Instinto


- No tienes corazón, hasta los zombies pensarían que eres un cabrón.
- ¿Por qué me dices eso? Estoy harto de siempre la misma mierda, joder, intento no hacer daño, nunca prometo nada, nunca les miento.
- ¿Mentir? Claro que no les mientes, ese es el problema. No te callas nada, las pisoteas y las picas. Vas como si ninguna fuera lo suficientemente buena para ti y las muy idiotas van detrás esperando a que les lances un hueso, esperando una caricia como recompensa. Y sí, se lo das, ¿y cuánto dura? Un polvo, una semana, dos como mucho y las dejas en la estacada y con las típicas frases: "creo que no estoy sintiendo lo mismo", "no eres tú, soy yo" o, la que más me gusta, "no quiero hacerte daño, lo mejor es que lo dejemos antes de que alguno salga perjudicado". Y después las ves llorar, te gritan, te odian, las abrazas para acallarlas y cuando se han marchado te fumas un cigarrillo mirando a la puerta como intentando comprender lo que ha sucedido. No tienes alma.
- Todavía me odias por lo que pasó, ¿verdad?
- No, la odio más a ella... pero muchísimo más a ti. Es que eres gilipollas, es que caíste en tu juego y ni siquiera lo viste llegar. Estás tan ciego que no aprenderás nunca. Si la hubieras tratado como me trataste a mí la hubieras tenido para siempre, pero parece que cuando quieres conservar a alguien te vuelves imbécil y te conviertes en un perrito faldero. Hasta a mí me daba asco verte así, asco y rabia. ¿Qué tenía ella? Pasó de ti, te iba a hacer daño y todos lo veíamos pero no querías escuchar.
- Pues claro que me iba a hacer daño, no estoy tan ciego. Lo sabía y me daba igual. No sé qué tiene tan especial pero no puedo evitarlo. Sabía que me dolería... merecía la pena.
- Qué tonto eres. ¿Cuántos años van ya? ¿Cuatro? ¿Cinco? Y aún suspiras cuando crees que nadie te ve. Pero bueno, no soy nadie para criticarte por ello. Me tengo que ir, Fer me está esperando, hoy cenamos las dos familias juntas. Nos vamos a casar... No pongas esa cara, eso es lo que había venido a decirte, algún día tenía que seguir adelante. Estoy harta de esperar a que abras los ojos y te enamores de mí. Espero que tú llegues a la misma conclusión alguna vez.
- ¿Le amas?
- Me trata bien y será un buen padre, me quiere mucho más de lo que tú me has querido jamás.
- O sea, que no le amas.

Mirándole fijamente acercó su cabeza a la de él, le agarró por las orejas y, observando el triste color miel de sus ojos, le dio un beso mordiendo su labio inferior, separándose después sonriendo con una lágrima cruzando su mejilla.

- Espero que algún día te enamores de alguien que te merezca.
Y se marchó para nunca volver. Él se quedó mirando fijamente a la puerta, se encendió un cigarrillo e intentó comprender, como siempre, lo que ocurría a su alrededor.
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miércoles, 25 de mayo de 2011

A tu salud


A tu salud le doy un sorbo a esta cerveza fría y amarga. Bebo, bebo para callar, bebo para no poder decirte lo que mi silencio grita. No hay día que no recuerde, mucho menos noche, aquel matrimonio efímero y consumado que tanto brillo dio. Intento olvidarte sin mucho empeño, pues dicen que eso es peor todavía, y lo único que consigo es que llegue otra vez el verano y me sienta aún más destruido. Trato de no creer que puedo amar sin estar enamorado como trato de no intentar mostrarte lo que no he dejado de sentir ni una sola luna.
No tienes comparación. Eres un parásito sin cura pero con un tratamiento al que estoy inmunizado. No hay rival, no hay solución, no hay otro final. Ya no escribo, casi no lo hago. Me leo repetido, no hay nada que pueda decirte que no hayas escuchado ya, no hay nada que pueda mostrarte que no hayas sentido antes. Tú, y sólo tú. Tú eres el color más oscuro de mi gama, eres el sol hecho noche, eres la omega de mi odio.
Bebo con prisa, sin saborear, sin fondo. Bebo porque me lo has recordado, bebo porque no lo puedes evitar, bebo porque sigo soñando, bebo porque es lo más sano que se me ocurre hacer. Bebo a mi salud y, sobretodo, a la tuya. Bebo por tu falta de cordura, porque te centres, porque no me olvides jamás y por ser lo último que desees poseer el resto de tu vida. Brindo porque me eches de menos más de lo que yo lo hago.
El primer medio litro se me acaba y aún no he llegado a comprenderlo. El fondo de la lata brilla ante una cara cada vez más descuidada. No como porque no me apetece, no me cuido porque no tengo por qué y no te olvido porque no puedo. Algo cambiaste en mí la noche que fuiste a la jam session equivocada, algo cambiaste en mí desde el momento en el que moví familias para conseguir un asiento a tu lado mientras cenábamos, desde el momento en el que perdí el juicio por ti.
Te deseo más de lo que nunca quise y te quiero más de lo que deseo. Lo siento por ello.
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jueves, 19 de mayo de 2011

Op. 27 2


Dos horas después abrí los ojos, todo seguía oscuro. La luz del ascensor se reflejaba por el resquicio de la puerta, siempre soy el último en llegar. Me acerqué al balcón y abrí la ventana donde un olor pestilente inundó toda la casa en un momento. Asquerosa contaminación. Llené hasta donde pude mis pulmones con ese aroma a prisa, ira y estrés propio de las ciudades. Ahí parado observé el amanecer, los madrugadores y los primeros atascos. Observé el ir y venir de los urbanos y cómo los transeúntes se convertían en un desfile de setas negras conforme comenzaban a caer las primeras gotas de una lluvia sucia, casi ácida, oscura y polvorienta que manchaba aquellos lugares que tenían la mala suerte de estar al aire libre. No hay aves en el cielo, ni siquiera hay cielo, ya no veo nada detrás de todos estos edificios. Me siento atrapado entre todo este cemento.
Miro el reloj, ya pasan las siete. La salida del sol me trae muchos recuerdos que oculto con gafas oscuras. Huelo mi cuerpo en busca de esa huella que una vez me hizo temblar, ya no queda nada de lo que un día poseí. Con un movimiento mecánico enciendo mi reproductor y comienza a sonar un nocturno en re bemol mayor que me transporta hacia mi cama otra vez, bajo la persiana y acomodándome la almohada miro la prueba de que alguna vez fue real. Todo parecía mejor cuando el sol aún calentaba.
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sábado, 23 de abril de 2011

Juego de estrategia


Dama a H5. Intento concentrarme pero apenas puedo comprender el movimiento que acabo de recibir. ¿Por qué está todo tan borroso? Ya no sé ni qué tipo de droga llevo encima, este fin de semana va a acabar conmigo. Tengo la mente difusa, observo a la persona que está delante de mí. Está sentada con las piernas cruzadas sobre la silla de mimbre acolchada mientras sujeta entre sus dedos la chusta de lo que probablemente haya consumido yo también y ya ni recuerde. Recordar... vaya, estaría bien que me acordara de su nombre antes de acabar esta partida, es una hippie de pelo corto bastante atractiva, o quizá moderna... bah, ya me da igual.

Peón a G6. No me siento con espíritu para atacar pero no pienso rendirme, vas a tener que luchar por conquistarme, soy muy cabezón. Me mira y me sonríe, da una calada rápida y me lo pasa rozando nuestras manos, juraría que ya me he acostado con ella y ni siquiera de eso puedo estar seguro. Sus ojos me están gustando. Observo alrededor, estoy a la sombra de una terraza, es posible que sea el ático ya que puedo ver el techo de los edificios.

Alfil a B5, jaque. Ahora me sonríe maliciosa.
-¿Sabes? Siempre he querido destruir una religión, aunque sea una de esas pequeñas, una secta o algo así. Quiero conseguir que la gente piense por sí misma.
Sus palabras se contradicen ligeramente y, aun así, no tengo ganas de discutir. Es muy guapa y tiene una voz bastante dulce. En el fondo a mí también me gustaría destruir una religión pero sólo por mi propio placer y orgullo. Dejando ese jaque sobre el tablero me acerco al borde del balcón, estiro mis manos y, sintiendo el calor del sol sobre mi blanca piel no puedo evitar pensar en cuánto me gustaría hacerle el amor allí mismo. No he terminado de pronunciar esa idea en mi cabeza cuando, acercándose desde atrás, me abraza, me besa y me hace sentir absolutamente derrotado. Desprende un olor suave, no lleva sujetador y su aliento es dulce. No sé cómo será en la cama pero, desde luego, sabe jugar muy bien al ajedrez.
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lunes, 21 de marzo de 2011

Hambre


Con el cambio de estación aún estaban a gusto con la chaqueta puesta. Gracias al sol del atardecer todavía mantenían las gafas oscuras y, tirados tranquilamente en la playa, estuvieron disfrutando de su compañía mientras compartían la esencia primaveral que inundaba sus pulmones. Llevaban mucho tiempo necesitando hablar con alguien que no fuera a juzgarles, llevaban mucho tiempo queriendo encontrar a alguien que comprendiera su mensaje, su dolor, el vicio de su nocturnidad. No dejaban de ser extraños y, sin embargo, cada vez que se escuchaban se conocían de siempre. Sus dedos se rozaron un instante, las miradas se cruzaron y él no pudo evitar observar los labios entreabiertos ni acercarse lentamente mientras aspiraba esa nueva fragancia que deseaba probar por primera vez. Ella comenzó a respirar entrecortadamente, a disfrutar de esa nueva vida que por fin comenzaba, a dejarse llevar, a empezar a olvidar.

Estuvieron como dos adolescentes besándose hasta el anochecer, gozando de la sensación de sentirse deseados y aprovechando la translucidez de sus pensamientos para dejar todo el bagaje oculto entre los granos de arena de aquella playa testigo de su desfase. Al sentir la atenta vigilancia de la luna decidieron resguardarse optando por ocultarse en un lugar donde nadie los encontraría, en un lugar donde podrían descubrirse sin temor. Entre besos se desnudaron sin dejar de acariciarse. Entre besos susurraron sus gemidos y se gritaron sus secretos. Soñaron con vudú, con hechicería blanca, con polvos mágicos; se entregaron mutuamente a un rito tribal lleno de bailes y fuertes ritmos acompasados. Entrecerraron sus ojos innumerables veces, apretaron sus dientes y tensaron sus extremidades. Bebieron del presente, del dolor y de la sangre y, ebrios como cubas, siguieron dejándose amar por aquellas manos hasta entonces desconocidas.

No amaneció, nunca se ve amanecer en estas historias, nunca terminan estas noches, nunca se sabe cómo acaban. Esperaron a que bajara el sol para despertarse abrazados. Otra vez hambrientos, aún sedientos.

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domingo, 13 de marzo de 2011

Blues casi negro



Con tres acordes simples se puso a improvisar un blues oscuro, un blues triste sobre sus manos. Tocaba las teclas blancas y negras intentando que el piano le transmitiera el tacto de los dedos que una vez lo tocó, intentando recordar la suavidad de esas yemas que le sacaron un sonido mágico en una noche perfecta. Tocaba las teclas recordando ese abrazo desde atrás, ese beso en el cuello, las copas de espumoso, las velas aromáticas y el amor de los inocentes. Daba igual los colores que usaran para pintar la escena, el cuadro seguía siendo maravilloso y el momento, irrepetible.

"Curiosidades de la vida", pienso mientras trabajo la tierra con el legón intentando fatigar mi alma, "siempre cíclico, siempre repetitivo. Seis años y vuelvo a sentirme igual de vacío, igual de rechazado". Música y más música, destrucción y rock'n roll; siempre igual de patético, siempre igual de perdedor... otra vez en mi propia dimensión. ¿Alguien ha visto mi cuerpo? He perdido el contacto, he perdido mi ser.

Creo que me he quedado sin cobertura y la batería está temblando, no sé cuánto tiempo me queda pero estoy a punto de perder el último enclave con la realidad... y no me importa en absoluto, otra vez más. Seguiré sonriendo, seguiré pensando que todo va bien y seguiré con mi vida sin ti... una vez más. Esperaré el fa sostenido en mi blues en do, siempre viene bien una revolución.

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sábado, 12 de marzo de 2011

Sed


Dejo cargando "Entrevista con el vampiro" y aprovecho para pensar un rato sobre lo que me rodea, en lo que se ha convertido mi vida, en lo realmente poco que sé sobre el mañana. Estoy dejando pasar un plato magnífico por insensibilidad, intento aprovecharme de lo que le robo al vecino y mientras, dejo a mi alma coger aliento después del último batacazo. Desde otra habitación alguien me ofrece un aire renovado, una magia extraña y desconocida sin raíces ni conocidos, un piercing que todavía no he llegado a morder.
No estoy preparado. No estoy preparado para salir de casa ni para intentar agarrar esa manzana que me ofrecen. Me siento cansado, hastío, harto.
Un par de veces a la semana encuentro la motivación que me hace sonreír, un par de veces a la semana puedo expresar lo que siento con mis manos, con mi música. Un par de veces a la semana tengo claro lo que haré con mi futuro, tengo claro lo que deseo conseguir, tengo la libertad entre mis dedos, tengo el corazón reiniciado.

Creo que ya se ha cargado suficiente para poder verla sin interrupciones, se acabó el pensar por hoy, se acabó la nostalgia.
Lo tengo claro, esta noche no recordaré pero, joder, qué bien sabías.

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domingo, 27 de febrero de 2011

Diario de bitácora


Me gustaría decir que todo va bien, que todo sigue estupendamente y que no ha habido ningún cambio en mi vida. Me gustaría pensar que lo que me ocurre es debido al poco tiempo que ha transcurrido, así como que te podré olvidar, una vez más. Ojalá pudiera decir que he pasado días enteros sin pensar en ti o que de fiesta todo transcurre como si jamás te hubiera conocido. Ojalá. La verdad es que pienso en el futuro, pienso en la cantidad de caminos que puedo tomar al no estar a mi lado, pienso en la cantidad de canciones que podré componer basándome en tu olvido y pienso en ti más que en nada en este mundo. No hay canción que no me recuerde a tu estúpida presencia, no hay desengaño que no me haga pensar en mis esperanzas y no hay sonrisas que no consiga sacar sin pensar en que a tu lado tenían sentido.

Es demasiado pronto para mí, lo sé, soy consciente de los pasos de una separación y tengo en cuenta la psicología pero, igualmente, no puedo evitar pensar en un encuentro que no se realizará, en un arrepentimiento que no escucharé o en el beso que nunca nos daremos. Ojalá tú sueñes con ellos también. Ojalá me eches de menos hasta el tuétano, ojalá no aguantes tu existencia y ojalá ocurra todo aquello que tantas veces he soñado. Me da igual, sé que no ocurrirá, no tengo esperanza ninguna (que no ilusión) pero, sin deberlo, te quiero. Te quiero porque te odio, porque te he odiado infinidad de veces y aun así te he amado. Te quiero porque me dijiste que no, porque por tu ser escribí la gran mayoría de mi repertorio y porque, por ti, hubiera avalado mi vida. Ya te tocará a ti, lo siento, en esta vida todo tiene ida y vuelta y no existe la acción sin la reacción.

Llámalo karma si te apetece, yo como mucho me pondré frente a ti y, muy jodido, te diré: "chincha rabiña, cómete una piña".

[...]

lunes, 21 de febrero de 2011

C'est fini



Sin poder llorar, lloraré lo que he perdido y añoraré lo que no tuve. Sin sorpresas, una vez más. Sabíamos que ocurriría desde el principio. Ojalá me eches de menos mucho tiempo (no pienso ser hipócrita, lo siento)... y ojalá seas capaz de confesármelo.

Ya le daré alguna vuelta más cuando no esté tan jodidamente reciente y, quizás, saque una historia bonita de esto que me arde por dentro. Por ahora sólo pienso en conseguir respirar, en el momento de pasar por delante de tu hogar y no mirar y en lo que me tiene el destino preparado para el futuro. ¡Por el futuro incierto! No hace ni dos días que brindé por ello.

Parece que alguien lanzó la segunda moneda sin preguntarme y cayó por el lado más oscuro. Me toca colgar la armadura y ponerme el traje de fiesta, al fin y al cabo sigo celebrando mi cumpleaños (aunque, por cierto, hoy es el tuyo... felicidades) y no me va a servir de nada seguir luchando contra molinos de aire. Maldita Dulcinea, malditas lágrimas negras que recorrían tus mejillas y malditos los recuerdos que vuelven a tu corazón incomprensible.

Ahí tienes esas dos gardenias que un día alumbraron algo maravilloso, hoy muertas y olvidadas. Qué fácil me pasan los recuerdos esta noche, ya ni me acordaba de la cantidad de veces que nos habíamos besado y sonreído, espero que tú también sufras esta noche, me lo merezco.


[...]

sábado, 19 de febrero de 2011

Más vale


Había tanques, gente conocida alrededor, autobuses y algo de viento que se llevaba los papeles tirados por el suelo. Te fuiste a despedir de mí como siempre lo habías hecho, pero algo distinto noté en tu abrazo. Al apoyar mi mano en tu espalda la apartaste y, aún sorprendido, fue tu mano la que rodeó mi cabeza y la acercó a tu cuello. Me apretaste contra tu cuerpo mientras yo aspiraba tu fragancia, mientras me entretenía con tu suavidad. Sentía tus dedos agarrando mis cabellos, tu respiración acelerada, nerviosa. Sentía tus ojos cerrados, sentía tu cariño. Sentía el amor que tanto silenciaste.

Me separé para observarte desde fuera y, al fijar nuestras miradas, sentí aflorar todo ese cariño que acallé durante tanto tiempo, toda aquella debilidad que me hiciste sentir desde que te conocí. Acercándome lentamente hacia tus labios aún me sentía un niño a tu lado, aún sentía un pavor horrible a que me rechazaras, aún esperaba que tu timidez volviera a alejarte en el último momento; increíblemente, no fue así. Fueron tus labios contra los míos, fueron nuestros cuerpos, fue la explosión de cariño, fueron lágrimas de felicidad al sentirte mía, al sentirme parte de ti.

El claxon del autobús no nos dio más tregua. Con el corazón todavía desbocado nos separamos manteniendo nuestras manos entrelazadas, mirándonos sonriendo con la alegría de encontrarnos por fin, con la agonía de separarnos sin más opciones. Ni siquiera aguanté ver cómo te marchabas así que, dándome la vuelta, me fui antes de que el autobús te llevara a un lugar seguro, me fui hacia mi dársena antes de comprender que posiblemente no nos volveríamos a ver.

El autobús de reclutamiento salía en media hora, tenía tiempo para acariciar mis labios, para besar mis dedos, para buscarte en mis recuerdos.

[...]

lunes, 31 de enero de 2011

Alea Jacta Est



Nervioso, ansioso. Tengo las tres monedas en el bolsillo preparadas. Tres monedas que depararán mi futuro cercano y, probablemente, aquél que sólo puedo imaginar. La primera de ellas la sostengo sobre mi dedo pulgar preparada para ser lanzada. La segunda la acaricio entre mis dedos y no consigo evitar pensar que son ellos los que me dan toda mi seguridad. Son mis dedos los capaces de producir la música que amo. Ellos son los que guardan la suavidad de tu piel, la calidad de tus partes más ocultas, la humedad de tu vergüenza. Ellos, frágiles mas descuidados, poderosos menospreciados. Valioso tesoro que eligen la secuencia de mis palabras, poseedores de mi futuro.

Lanzo la primera moneda observando a cámara lenta las rotaciones, mis posibilidades, la comodidad de un final. Lanzo expectante, lanzo preparado pero desconfiado, lanzo por orgullo.

La segunda la aprieto aún más miedoso que la anterior; miedo de la espera, miedo inseguro. Moneda embrujada capaz de reposar sobre su canto después de haber elegido ambas caras. Moneda de mi felicidad, moneda de mi plenitud; moneda mía, de mi alma, guárdate de mi persistencia, no te dejaré caer por el lado de la soledad, no más.

La última la tengo guardada desde hace mucho, la del soñador, la del lunático. La preparé para que fuera la última, para que dependiera siempre de las otras dos: la que elegiría la continuidad, la que se fijara en las veredas. Permanecerá algún tiempo en la oscuridad de mi bolsillo con la cobardía del jugador, con el miedo del sedentario, con la soledad del ermitaño.

Continúo observando el paso de las caras de la moneda sobre mi cara, gira y gira manteniéndose un momento frente a mis ojos ingrávida, mágica, permitiéndome rezar por el descenso afortunado que me espera. Deseo, deseo para ella ahora que aún puedo. Deseo cerrando los ojos. Deseo recorriendo tu cuerpo una y otra vez. Deseo incontrolable de volver a verte sonreír, de abrazarte, de amarte hasta que no puedas más.

Volveré a amarte, volveremos a gozar el uno del otro como tú y yo sabemos, volverás a rendirte antes de que lance la segunda moneda. Sentirás cómo perpetro tu alma, agito tu vida y erizo tu cuerpo. Sentirás el placer de la sumisión, de nada servirá que te resistas. Naufragaré sobre tu cuerpo, exploraré tus montes, te reventaré muy dulcemente... y te lo haré mil veces... para eso no hay moneda que valga.


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miércoles, 26 de enero de 2011

El bardo



Siento estas frases sin sentido, el último tirón de exámenes no me deja concentrarme lo suficiente para conseguir nada aceptable ni tiempo para intentarlo; tan sólo tenía síndrome de abstinencia y la necesidad de purgar aquellos sentimientos que se amontonan en la azotea intentando evadir el estudio. Comenzaré con unos versos bastante conocidos...



"Y si fuera
mi vida una escalera
me la he pasado entera
buscando el siguiente escalón,
convencido
que estás en el tejado
esperando a ver si llego yo"

¿Estás aquí? Te siento, deseo sentirte. Obtengo el placer de tus recuerdos, de nuestras disonancias, de tus cadencias perfectas. Busco la sonrisa en cada brizna de vida, me pierdo en mi planeta por momentos.

El cielo muta mi voz, acalla mis lamentos. De mi garganta sólo se escapan pequeñas improvisaciones en un estilo único, un estilo incomprensible. Busco respuestas sin preguntar, acortar distancias sin caminar, tu amor incondicional, luchar sin rival.

Tengo el yelmo preparado, la cota de malla y mi espada de madera; una cinta de Power Metal, un oso blanco por montura y una rosa que espera al rescate de su princesa. Déjame matar al dragón, déjame atravesar tu fortaleza; tú sabes cómo abrir mi armadura. ¿No sientes, joven hechicera, de dónde procede tu poder?

Tengo la mente embotada, el cuerpo débil y apenas me quedan recursos. Por siempre la misma guerra, por siempre hacia el frente dejando la cordura en el camino, por siempre en un laberinto trampeado. No acabaré aquí, nunca lo he hecho. Ahora empieza un nuevo ciclo, otra nueva batalla, un nuevo encuentro, la misma luz con distinto brillo. Acabaré con tus barreras, destruiré tus preocupaciones y conseguiré mantenerme en tu memoria para siempre.

Pasarán los años pero yo... no abandono.



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martes, 18 de enero de 2011

The winner!!



http://www.leoyescribo.com/y-el-ganador-es/

Muchísimas gracias a todos!!!


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jueves, 13 de enero de 2011

Wendy



Dejaré parte de mi retórica a un lado. Intentaré dejar la oscuridad para la intimidad de nuestros abrazos y nunca salir las noches sin luna. Haré todo lo posible para que sigas sonriendo cada vez que pienses en mí y para que, poco a poco, confíes en mí lo suficiente para subirte a mi alfombra mágica.

Descenderé hasta la tierra para hacerte tocar el cielo cada vez que te apetezca. Déjame que te lleve, déjame que te abrace mientras te abro los ojos a algo maravilloso. Déjate disfrutar un día, una semana, un año, una vida... qué más da; te lo prometo, sea cuanto sea habrá merecido la pena el esfuerzo. Sea cuanto sea habrá merecido la pena, de verdad.

Seré rico, te lo he dicho siempre. Triunfaré y me sentiré satisfecho. Al principio creí que se basaba sólo en lo que pesara mi bolsillo, ahora entiendo que mi riqueza será mi mayor tesoro y que en mi cofre del tesoro estarás tú. La próxima vez que te vea te marcaré con una X para que no se me olvide nunca dónde estás, y yo me dejaré marcar por ti, una vez más. No tengas miedo, no más. Sonríeme otra vez, me das vida, me das ánimos, le das sentido a mi lucha.

Convertiré tu mirada profunda y pensativa en un brillo de locura inesperada. Voltearé tu vida liberándote de todo bagaje, y tú conseguirás lo mismo conmigo. Somos dos niños con miedo. Hagamos un trato, tú coses mi sombra y yo te enseñaré Nunca Jamás. Vuelve a soñar a mi lado. Volverás a sentir la ilusión que creías perdida, volverás a sentirte adolescente. Luchemos contra el capitán Garfio, démosle de comer al cocodrilo y cuéntame cuentos hasta que me duerma. Tú me enseñarás a andar y yo a ti a volar; compensemos nuestras almas.

Confiarás en mí; te dejarás llevar como Marlin en la corriente submarina, como Jasmine con la alfombra mágica... como Reina con su golfo particular.
Ya verás, no te arrepentirás jamás. Nunca jamás.

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lunes, 10 de enero de 2011

Sinestesia



Voy escuchando las palabras que surgen de esos labios que tanto dolor me han producido. Apenas entiendo lo que dicen pero lo comprendo en su totalidad. No me mira, ni siquiera se dirige a mí pero no puedo dejar de escuchar. El ritmo de sus sílabas rige mis latidos. Cierro los ojos para fijarme en los colores del ambiente, en lo que rodea su mensaje. Mi cuerpo se relaja. Respiro profundamente intentando salvar las últimas velas que se alojan en mi pecho; me falta el aire aunque lo intente. Me falta el aliento. Siento sus versos como dagas que se clavan en mi cabeza y en mi nuca. No es para mí, no piensa en mí, lo sé... aun así no puedo evitar sentirme identificado.

La música no debería afectarme tanto. Debería intentar evitar aquellas canciones que consiguen enmudecerme, aquellas que lo vuelven todo de color oscuro. Debería ser capaz de no abusar y, sin embargo, las conecto una y otra vez cuando no me ves. Esto, a diferencia del amor, es mucho más intenso sin ti. Me quedaré una vez más sin sorpresas, es inevitable.

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miércoles, 5 de enero de 2011

Hedonista



Cuando más podría dudar, más seguro lo tengo. Cuanto más flaquean mis fuerzas, más recuerdo tus besos, más recuerdo tu sonrisa. El Manrique de Bécquer se volvería loco (o, al menos, loco de envidia) si supiera que yo he llegado a su rayo de luna, al rayo de luna por el que él envileció su vida, al rayo de luna por el que perder la cordura.

Estaré esperando cada anochecer a que vuelvas a iluminarme y, aunque tenga que hacerlo por el resto de mis días por culpa de tu mala memoria, conseguiré que me quieras una y otra vez. Tenemos hasta el amanecer, nos amaremos agotando hasta el último segundo. No te vayas nunca sin mirarme una última vez, no te vayas nunca sin regalarme tu contacto como despedida, no me dejes sin que sienta que me quieres... la vuelta a casa me gusta hacerla con las gafas de sol, buena música de fondo y el olor de tus labios en mi cuello.

Hasta pronto, luna mía, hasta luego solecillo. Sonrío mientras te escribo porque te recuerdo. Sonríe, corazón, sonríe sin pensar en nada más. Seamos hedonistas juntos, seamos hedonistas hasta que te des cuenta de que lo haces por amor.

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martes, 4 de enero de 2011

Recuerdos presentes


Otro aviso más, ya eran cinco los de esta semana, unos veinte desde que empezó esta locura hará un mes. Realmente me llegaba a dar lástima ver la mirada incrédula e impotente de los padres de los muchachos; a nadie satisface pensar lo del "lugar mejor" mientras sacan el cuerpo inerte de tu hijo por la puerta, unas veces desangrado, otras ahorcado. El penúltimo saltó desde el ático de su edificio y, por la eficacia de su método, suponía que sería copiado en breve por algún otro atormentado.

¿Quién iba a pensar que sería capaz de estimular la captación de la serotonina un cambio tan minúsculo en la composición? Tan sólo pretendía mejorar un antiguo psicotrópico y conseguir un dinero extra, no deprimir a toda una generación de jóvenes. Es cierto que al enterarme de los efectos paré, el problema es que ya había puesto en el mercado suficiente cantidad como para mantenerlos a todos colocados durante un año. En poco tiempo se convirtió en una droga íntima con instrucciones de uso creadas desde algún foro de internet: consumirla tomándote un baño mientras escuchas en tu mp3 el disco más deprimente que tengas... casi nadie aguanta más de dos dosis sin desear acabar con todo el dolor de su alma.

De todos, éste es el caso más extraño que he visto, el cadaver no ha sido manipulado en absoluto. Su madre ni siquiera se acercó a ella antes de llamar a emergencias, al pasar por su lado no encontré rastro de lágrimas ni de lamentos, nada que me hiciera pensar que era carne de su carne.

Observo la escena, es preciosa, observo la chica, una princesa con cierto parecido a Emma Watson y de más o menos su edad. Ella también sucumbió al reto. Velas consumidas en las esquinas, agua ahora fría y pétalos de rosa flotando sobre la misma. Su cuerpo desnudo y pálido, su antebrazo izquierdo con un corte perfecto, digno de un cirujano, sin dañar tendones ni rasgar la piel de alrededor. Un solo trazo, debió ser una chica increíble. De sus oídos todavía cuelga un reproductor de música que continúa funcionando en modo repetición. Lo cojo con curiosidad descubriendo así que eligió los nocturnos de Chopin para sus últimos momentos. Estoy fascinado con ella, me fijo en sus cabellos color castaño claro, sus ojos de un marrón oscuro casi negro insensibles a la luz y sus labios dulces, ahora sin vida pero aún carnosos. En la parte trasera del aparato tiene etiquetado un nombre, un nombre que hace que mi corazón lata más deprisa nada más leerlo, un nombre que me remonta años atrás y me obliga a controlarme. Noemí, mi bella, mi amada.

Ojalá estuviera solo para poder fotografiar todo esto que observo, esto que ella misma preparó y que me ha regalado sin saberlo, antes de tener que destruirlo. Compruebo su pulso, doy fe de su fallecimiento y yo mismo retiro el tapón que aguanta el agua mezclada con la sangre de mi princesa. Su cuerpo marchito descansa tranquilo mientras los pétalos se quedan apoyados en su piel conforme baja el nivel que descubre su desnudez. Maravillosa desnudez. En su pubis nace un vello tan fino que no le resultaba necesaria su depilación para verse limpio y cuidado. Sus pechos de tamaño medio aparecen firmes y jóvenes, con areola rosada y pequeña. De la bañera y con disimulo saco la cuchilla de barbero con la que arrancó su vida y la guardo en mi bolsillo; éste será mi fetiche, mi cruz personal.

Vuelvo a mirar su cuello, su mentón, sus orejas perfectas, sus cejas y sus largas pestañas. Salgo de allí acongojado, con un nudo en el estómago que me impide respirar. Antes de escapar definitivamente miro a su madre, a su progenitora. El psicólogo intenta hablar con ella aunque no consigue sacarla del estado de shock en el que se encuentra; aun es pronto para comprender que su pequeña se ha ido para siempre por su propia voluntad.

Voluntad. ¿Acaso fue esa su verdadera voluntad? ¿Lo había pensado alguna vez antes de consumir mi droga? Ya en mi casa le daba vueltas a mi cabeza como lo hacía con la cuchilla entre mis dedos. Noemí. Su nombre era maravilloso y doloroso en mi interior. Su recuerdo se entremezclaba con los de mi pasado, y estos se batían junto al diazepam en mi cabeza. Volví a aquella moto, volví a aquel accidente. Ahora su rostro era el de la nueva Noemí, el del nuevo ángel, ahora sus cabellos habían clareado, ahora sus ojos eran más oscuros y sus labios tenían color carmesí. Volví al momento en el que gritaba su nombre una y otra vez antes de desmayarme en esa carretera donde su sangre se derramó, aquella ocasión sin elección.

Esta vez no desperté en el hospital sino en mi sofá, sudado y exaltado, algo desorientado respecto al tiempo y aún agarrado al filo de acero. De la pared colgaba mi guitarra polvorienta y, sin dejar de mirarla, pensé en todo el tiempo que había pasado y lo poco que había cambiado mi vida realmente desde que me aferré a ella para ahogar mis emociones. Sin dejar de mirar esas seis cuerdas intentaba no imaginar su sonrisa. Sin dejar de mirarlas intentaba no darme cuenta de que todo fue por culpa mía.

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