martes, 12 de octubre de 2010

Heterocíclico




Tanto por decir, tantos sentimientos, tantas confusiones, tantos reproches... al final callas. Exhalas el alma a cada bocanada y lo ahogas todo con el humo.
No hay respuesta entre estas paredes, ni siquiera está dentro de ti. No hay más respuesta que el mismo tiempo, tiempo que lo estropeará todo aún más, tiempo que dejará oscuro todo lo que un día pudo brillar.
Te destruyes una y otra vez todo lo profundamente que puedes y sin remordimientos. Dejas que la vida se escape entre tus dedos como un puñado de arena seca, ni siquiera tus lágrimas conseguirán hacer barro de ésta.
Sufres, sufres por indiferencia, sufres por confusión, sufres por la indecisión de la ignorancia y vuelves a evadirte para evitar el dolor. Gritas, gritas donde nadie te escucha, gritas con rabia y odio, gritas desgarrándote la piel deseando callar ya, gritas en silencio, gritas en la oscuridad, gritas cada vez más fuerte, cada vez más agudo.

La sirena de una ambulancia me despierta, ya es medio día, otra vez. Me levanto cansado, somnoliento. Arrastrando los pies llego hasta la cocina donde me preparo un buen desayuno con un par de somníferos y un alprazolam; las semanas se pasan deprisa cuando estás consciente apenas veinte minutos al día. Con el café en la mano marcho hacia el ordenador donde intento actualizarme a mí mismo y sólo consigo derrumbarme aún más. Tostada en mano decido que nada mejor que un poco de Gotthard de fondo mientras termino de nutrirme lo suficiente para sobrevivir. Con la llegada de "Heaven" mi vista empieza a nublarse de nuevo, parece que ha vuelto a llegar mi hora. Camino de la cama no puedo evitar agarrar la botella de ginebra, por si acaso me entra sed entre sueños.

Miro a través de la ventana, hace un día claro, bastante soleado, caluroso para ser otoño. Un día maravilloso para cualquiera que haya conseguido salir a la calle. Sobre mi mesilla reposa nuestra foto con el sol al fondo. Forzando la vista te veo: estás preciosa, como siempre, y sonríes esperando el choque de nuestros labios que sucederá nada más escuchar el característico "click" de la cámara. Por aquellos entonces moría por tu sonrisa, supongo que eso no ha cambiado demasiado. En el retrato tus ojos me miran fijamente, expectantes, intrigados por mi técnica fotográfica y felices por una tarde tan maravillosa; este último detalle lo tenemos en común. Estiro como puedo el brazo y cojo la foto, medio drogado consigo darte un beso y apretarte contra mi pecho. Otra vez todo me da vueltas, pienso en ti como último deseo y cierro los ojos deseándote buenas noches. Quizá mañana despertemos juntos, quizá todo acabe ya.



4 comentarios:

  1. Al leer las lágrimas tipografiadas en páginas de diario, aparece en el interior de tus anónimos seguidores un impulso que enmudece para obviar el famoso consejo que alquien daría ante este pasaje: envíaselo a ella.
    Pero sin detenerse a pensar que, posiblemente, el corazón femenino haya acabado en esa foto y sólo brillara, impertinente y frágil, en la sonrisa destinada a un objetivo.
    La gran suerte que has tenido es que si, por una vez, hubo algo que la hiciera humana, es tuyo y permanece en esa mesilla dándote un poder casi sobrehumano. En la conciencia queda el disponer de él sabiamente ;)

    ResponderEliminar
  2. Quizá... :)o pasado mañana... Sigue sonriendo.

    ResponderEliminar
  3. No hace falta que envíe nada, Mª Teresa, todo llega antes o después. Desconozco si todo acaba en esa hermosa foto o si alguna vez volverá todo aquello que un día fue. Dudas y más dudas, como siempre.
    Es posible que sea cierto y que haberla sentido haya sido mi gran suerte, aunque también es mi gran pesar; no se echa nada de menos hasta que se pierde. Dime tú cómo disponer de un recuerdo sabiamente, siempre valoré la memoria pero nunca aprendí a usarla.
    Irene... Dejémoslo en un futuro no demasiado cercano. Intentaré seguir sonriendo, eso no se me da demasiado mal en realidad.

    Un beso a las dos y muchísimas gracias por comentar.

    ResponderEliminar
  4. Carlos, te equivocas. Vuelve a leer el día que escribiste el relato.
    PD: Mis silencios no son enfados.
    Es que el poco tiempo que tengo lo disfruto y no me da tiempo a pensar. De todas formas tú sabes que inconscientemente siempre circulas por algún rincón de mi cuerpo.
    Un abrazo (f)

    ResponderEliminar