sábado, 10 de julio de 2010

Diario de acampada



Llegué al bosque buscando mis raíces, intentando conseguir la paz interior que recordaba escapando del agobiante y pútrido aire de la ciudad que todo consumía.
El árbol lo veía mucho más grande y tranquilo en el pasado. Hoy día todo parecía mucho más ruidoso, incluso se habían instalado en él un par de ardillas increíblemente traviesas: gritaban, saltaban y jugaban sin parar lanzándose los distintos frutos que encontraban por el bosque. Paz buscada... ¡imposible en esta salvaje naturaleza! Intenté dormir en mi pequeña tienda de campaña y desperté con las primeras luces del alba ilusionado por encontrar el primer desayuno. Nada más abrir los ojos me percaté de que el diligente gallo me adelantó saludando a Lorenzo, ni siquiera lo escuché cantarle a la mañana. Entre bostezos me dirigí al riachuelo más cercano en busca del desayuno y me encontré una imagen que acabó de separar mis párpados: un lindo y hermoso cervatillo jugueteando en el agua. Estuve mirándolo buena parte de la mañana ¡Incluso se me olvidó tomar bocado hasta bien pasadas unas horas! Pero mereció la pena, el hambre y el madrugón. Fue difícil bajar esa sonrisa que se me formó; no esperaba encontrar un animal tan bello este fin de semana. Apenas llegué del río volví a descansar, sin duda me había pasado madrugando: el árbol seguía tranquilo, las ardillas dormían en una rama y no había signos de vida alrededor.


El tiempo de pestañear un par de veces fue suficiente para darle la vuelta a la tortilla. Todo había cambiado, todo estaba en continuo e irracional movimiento, todo era ruidoso y desquiciante. No podía creérmelo, en total conseguía más barullo que en la ciudad y, encima, me sentía observado en campo abierto. El día fue agotador, las ardillas entraron en mi tienda y robaron los pocos víveres que había podido traer. El búho me estuvo observando, intranquilo por invadir su territorio sin permiso, expectante, atacando sin piedad en cuanto me despistaba. Incluso tuve la visita de un extraño ave que me acompañó durante toda la cena, e igual que vino se marchó, sin pena ni gloria.
Qué extraño se hace todo, qué mal recordaba el árbol, qué poca tranquilidad he encontrado... por ahí siguen las ardillas, lanzando piñas a escondidas del hambriento búho, que también vigila la ida del extraño ave. El gallo, acostumbrado al cacarear de las gallinas duerme sin problemas traduciendo la interminable barahúnda de la naturaleza en una nana hipnótica, algún día le preguntaré su secreto.
Fin de la primera entrada del primer día de la primera excursión de regreso a mi primera vida. Con suerte conseguiré dormir algo antes de que terminen de luchar las bestias que me rodean... vaya jungla.

1 comentario:

  1. Jajajajaja, hay que ver cómo se ven las mismas cosas según el color del cristal.
    El buho se cree un Águila Real hembra que protege su nido cuidando a sus aguiluchos, evitando los peligros de intrusos que puedan "tocar" su nido.
    El aguilucho se cree de acampada en SU NIDO por sus largas alas que ya le permitieron volar. Los desvelos y las normas, por pérdida de costumbre, los percibe como un control de cámara oculta.
    El nido es un lugar acogedor,lleno de ternura, de vida y de actividad. Nada que ver con "El rincón del vago" dónde a las 12 duermen los campistas.Jejejeje
    El buho que más t q del mundo mundial.

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