lunes, 19 de julio de 2010

Para los que no entienden

Publicado el 8 de Noviembre de 2006 a las 23:45

Deseo un capítulo más. Deseo acabar con fervor la obra. Deseo cumplir lo prometido. Deseo sonreírte de verdad por una vez, me lo has pedido demasiadas veces para no hacerlo realidad. Tiempo, un poco más de tiempo, por favor. Deseas que el final esté demasiado lejano cuando es el alma con el que mides las palabras.

Axel se encontraba otra vez sólo, en su habitación, en su rincón. Poseía su propio mundo ajeno al exterior, prohibido a todos los que no fueran recuerdos. Exhalaba una y otra vez su propia alma deseando acabar por fin con todo aquello que lo tumbaba.
En la penumbra de su corazón analizaba una y otra vez la escena, rebobinando hasta rallar su propia mente. Sabía que no encontraría nunca las respuestas a las preguntas que nunca formuló, pero rebuscaba entre los sollozos algo que le hiciera creer que nada existió en realidad. Ya no lloraba. Tenían razón cuando decían que lo peor es cuando no te quedan lágrimas que soltar, ya no podía seguir llorando. No podía desde hacía ya meses.

Se encendió otro cigarrillo, se esfumaba con el viento, se perdía al escaparse por el balcón. Nada sería igual, y él lo sabía. ¿Pero el qué? ¿Realmente creía que encontraría algo después? ¿Creía que podría olvidarlo todo y encontrar de nuevo todo aquello que una vez le hizo feliz? -Egoísta, sucio perro de mierda. ¿Qué te crees? No hay más, no busques porque no encontrarás nada. No hay salida después, no hay más. Lo tuviste y se escapó, los mitos sólo aparecen una vez en la historia, ya has tenido a tu Lilith y se marchó. Llegó con la lluvia, llegó un atardecer. Se fue por esa carretera que pocos conocen aún. Se fue, mas sin embargo nunca se iría. ¿Qué intentas demostrar? Nunca serás más rápido que tus sentimientos, escapar no sirve de nada y ya te has enfrentado demasiadas veces. Piérdete en el próximo tren, escapa a donde nadie pueda encontrarte. Sabes que nunca llegarás a ningún lugar sin ella.- Lo apagó sobre el cenicero y se acostó. No dormiría, no descansaría, y no deseaba soñar. Soñar sólo le servía para sentirse peor, para destapar lo último que conseguía encerrar. El subconsciente juega malas pasadas de vez en cuando.

Malas cartas, malas letras, malas palabras. No juegues con ellas, se volverán contra ti. No te expreses, no digas lo que sientes, se volverá todo contra ti. Al menos siempre te quedará pensar que a base de intentos se consigue. Palurdo. Payaso. Crece de una vez, recuerda que ya te avisaron, recuerda que nada es lo mismo después. No hay más palabras para expresar, no hay más notas que tocar ni más obras que crear. Nada funciona cuando de lo que te intentas librar es de ti mismo. Piérdete. Sal de aquí.

Sobre su cama, la habitación le parecía dar vueltas, ya nada le asombraba. No iba drogado, pero el sabor a metal en su paladar denotaba que no podía estar bien. ¿Qué has hecho? ¿Qué he hecho? No sigas buscando, Axel, no servirá. Una por una pasan las horas. Comienza a amanecer cuando te preguntas el tiempo que puede vivir una persona sin dormir. No es su culpa, son tus recuerdos los que te marcan. Axel salió al amanecer con el rostro tapado, siempre usaba máscara, pero nunca nadie le dijo nada. ¿Qué te crees, que puedes vivir así? ¿Que puedes basar tu vida en mentiras para que nunca nadie te pregunte? Lo intentó, Dios sabe que lo intentó, que intentó narrar su historia, pero nunca nadie le entendió. Nadie le preguntó, todos creyeron en hadas y príncipes, pero nadie en el cuento que este pobre trovador un día les cantó. No sigas andando Axel, ni siquiera sabes por qué vas. Al amanecer todo continuaba dormido, todo cerrado, todo inerte. Sonríe de una vez, ¿no ves lo hermoso que está el cielo? ¿No te has fijado en el color anaranjado que toman las nubes al encontrarse con un nuevo día?

Continúa, eso, sigue, creo que hay un final para una historia como esta, creo que existe la frase perfecta para que te sientas mejor, para que te expreses, para que nadie te tome en serio, para que todos te escuchen y nadie te entienda, para los que no saben leer entre líneas, para los que ya te creen muerto. Sobretodo para aquellos que saben interpretar el valor de dos palabras nacidas desde lo más sagrado del corazón. Dilo.

Axel se paró, confundido como siempre anhelaba el sabor de sus besos como nunca. Sacó las manos de sus bolsillos y cerró los puños, tomo aire desde lo más profundo de su ser y levantando la cabeza gritó:






¡Vaya mierda!

[...]

sábado, 10 de julio de 2010

Diario de acampada



Llegué al bosque buscando mis raíces, intentando conseguir la paz interior que recordaba escapando del agobiante y pútrido aire de la ciudad que todo consumía.
El árbol lo veía mucho más grande y tranquilo en el pasado. Hoy día todo parecía mucho más ruidoso, incluso se habían instalado en él un par de ardillas increíblemente traviesas: gritaban, saltaban y jugaban sin parar lanzándose los distintos frutos que encontraban por el bosque. Paz buscada... ¡imposible en esta salvaje naturaleza! Intenté dormir en mi pequeña tienda de campaña y desperté con las primeras luces del alba ilusionado por encontrar el primer desayuno. Nada más abrir los ojos me percaté de que el diligente gallo me adelantó saludando a Lorenzo, ni siquiera lo escuché cantarle a la mañana. Entre bostezos me dirigí al riachuelo más cercano en busca del desayuno y me encontré una imagen que acabó de separar mis párpados: un lindo y hermoso cervatillo jugueteando en el agua. Estuve mirándolo buena parte de la mañana ¡Incluso se me olvidó tomar bocado hasta bien pasadas unas horas! Pero mereció la pena, el hambre y el madrugón. Fue difícil bajar esa sonrisa que se me formó; no esperaba encontrar un animal tan bello este fin de semana. Apenas llegué del río volví a descansar, sin duda me había pasado madrugando: el árbol seguía tranquilo, las ardillas dormían en una rama y no había signos de vida alrededor.

El tiempo de pestañear un par de veces fue suficiente para darle la vuelta a la tortilla. Todo había cambiado, todo estaba en continuo e irracional movimiento, todo era ruidoso y desquiciante. No podía creérmelo, en total conseguía más barullo que en la ciudad y, encima, me sentía observado en campo abierto. El día fue agotador, las ardillas entraron en mi tienda y robaron los pocos víveres que había podido traer. El búho me estuvo observando, intranquilo por invadir su territorio sin permiso, expectante, atacando sin piedad en cuanto me despistaba. Incluso tuve la visita de un extraño ave que me acompañó durante toda la cena, e igual que vino se marchó, sin pena ni gloria.
Qué extraño se hace todo, qué mal recordaba el árbol, qué poca tranquilidad he encontrado... por ahí siguen las ardillas, lanzando piñas a escondidas del hambriento búho, que también vigila la ida del extraño ave. El gallo, acostumbrado al cacarear de las gallinas duerme sin problemas traduciendo la interminable barahúnda de la naturaleza en una nana hipnótica, algún día le preguntaré su secreto.
Fin de la primera entrada del primer día de la primera excursión de regreso a mi primera vida. Con suerte conseguiré dormir algo antes de que terminen de luchar las bestias que me rodean... vaya jungla.
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