viernes, 2 de abril de 2010

Regresión

Buenas noches, le digo susurrando desde la más profunda de las soledades. Buenas noches, repito sin esperar respuesta. Buenas noches, como un canto dirigido a la oscuridad de la nada. Buenas noches Amira, buenas noches princesa mía, no inquietes por mi ausencia, no desesperes más sin mí.
El tiempo es breve e infinito. El tiempo es la tristeza de la mortandad, aquello que nos arrebata lo más preciado. El tiempo es el corazón que se detiene, el terror que nos encoge. El tiempo es bizarro, es incomprensible, una ilusión horrorosa más poderosa que ningún dios imaginado por el hombre.
Otra vez lo siento, otra vez capto en mí ese latir, esa tristeza. Ha vuelto, estoy volviendo. Es la búsqueda, el cansancio, la depresión, la angustia, este horrible ambiente que me envuelve. Demasiado agotado para evitarlo, demasiado satisfecho para retenerlo; demasiado temprano para dormir, demasiado tarde para estar despierto.
Droga musical que aletarga mis sentidos, sustancia prohibida descubierta entre los rincones de mi memoria olvidada. Soy yo el libro de los nombres muertos, soy yo la sangre de tus besos, la tiniebla de aquél que me encerró. Mi nombre es Absalón, soy su paz, su reposo, su tristeza. Soy Axel, lo único fiel de su cerebro, la Consagración de su alma, el fin que siempre supo.
Buenas noches, corazón. Buenas noches diré siempre desde el nicho que me mantiene escondido. Buenas noches, separándome de ella sin quererlo, separándome de mí otra vez. Buenas noches sin dormirme. Buenas noches aunque tenga que recordar para sentir. Buenas noches, vida mía; no nos olvides tan pronto, ni siquiera le ha dado tiempo al amanecer de arrebatarme esta intimidad. Por siempre, buenas noches.

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