jueves, 4 de marzo de 2010

Noche sin Luna

11 de Mayo 2006 20:21

-Dime un número del 1 al 10- le dijo susurrando Stella a Axel mientras, con la cabeza apoyada en su pecho, notaba el latir de ese corazón que tanto amaba -dímelo ya, dime cómo eres antes de que no pueda pensar más.
Stella se repetía una y otra vez que lo dejaría, pero cada vez que lo veía recordaba aquel momento en el que la mano de Axel le rozó por primera vez y cegada por el amor se tiraba una y mil veces a los brazos de aquel desconocido que la hacía cada vez más insignificante.
Axel respiró profundamente mientras jugueteaba con los cabellos de Stella entre sus dedos, responder a esa pregunta era tan sencillo que se veía incapaz de hacerlo. No, él no era un hombre incapaz de escoger un número al azar, no le costaba nada separar los labios para pronunciar un dos o un seis; eso le era indiferente. Estaba absorto intentando recordar el por qué de su escurridiza personalidad -Qué tontería- pensó intentando convencerse a si mismo de que seguía siendo aquel niño extrovertido que nunca dejó de sonreír; aun así no pudo dejar de pensar en todo lo que le había hecho cambiar tanto.
Stella, al sentir su lenta respiración levantó la cabeza para mirarlo a los ojos e intentar adivinar lo que en ese momento atravesaba su compleja mente. -Grandes ojos miel- le había dicho una vez a una amiga intentando describir al poseedor del teléfono cuyo número sujetaba en un papel que usó improvisadamente para no perder el contacto de aquél que la escuchó atentamente una noche sin Luna.
Comenzaba el invierno cuando Pablo llamó a Stella para hablar; aquella tarde, en aquel parque, los cipreses fueron testigos de la ruptura de dos amantes, fueron testigos de amargas lágrimas y de insultos entrecortados por la rápida respiración de la rabia contenida. Más tarde, ella se encontraba sola, sentada en un banco al que no recordaba haber llegado, mientras lloraba y lamentaba sin cesar la humillación de sentirse sucia y engañada. Furiosa y triste, tristeza acompañada de la melancolía que sentía, lo había perdido todo, entonces no era nada más.
Aún con la respiración entrecortada apareció ante ella una mano que sujetaba un pañuelo inmaculado, y agradeciendo tal gesto, procedió secando y limpiando los surcos del rimmel corrido por sus propias lágrimas. Más serena y tranquila miró hacia el frente encontrando a un hombre parado, observándola sin parpadear. Tras presentarse sintió una confianza extraña, él le preguntó el motivo de su pena y ella habló y habló durante mucho tiempo, dejando sus labios pronunciar palabras que jamás creyó capaz de decir a nadie. Sentados en aquel banco él escuchaba y ella se liberaba de todas las razones por las que una vez lloró, vez que ahora le parecía muy lejana. Él la estuvo acompañando hasta que ella, mirando su reloj, decidió marchar no sin antes darle las gracias. En el último momento se dio la vuelta y, volviéndole a agradecer su caballerosidad, le pidió un modo de mantener el contacto, algo con lo que poder reencontrarse y devolverle el favor. Él, sacando de su chaqueta una pluma y recortando un trozo de periódico, le escribió su teléfono y le pidió que lo llamara cuando deseara. Fue entonces, justo entonces, cuando se rozaron sus manos por primera vez; y fue entonces cuando Stella se dio cuenta de que aquella persona que tenía ante sus ojos era alguien más que un paciente peatón, era alguien más que un oportuno psicólogo.
Él permanecía parado, acariciando sus cabellos, pero su mirada le decía que estaba en otra parte, aún no había contestado a su súplica y Stella no era capaz de adivinar qué era lo que Axel estaba pensando en ese momento. Volviendo a apoyar su cabeza sobre el pecho desnudo de Axel recordó que al intentar contarle a su amiga algo de él apenas pudo nombrar su nombre y su teléfono, y hoy por hoy no podría decir mucho más. -Te amo- pronunció al final mientras una lágrima llegaba a su sien, apretándose lo más que podía a él para intentar hacerle comprender al destino que jamás se separaría de aquel desconocido.

5 comentarios:

  1. publicado a las 17:04? qué horas son ésas de subir relatos al blog? pensaba que solías hacerlo amparado por la oscuridad de la noche... :)

    muy chulo. no recuerdo haberlo leído. me gusta.

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  2. Bueno, si no hubiera excepciones no habría reglas; simplemente utilicé unos minutos que tuve libres para subir uno de los antiguos. por cierto... A? lo siento, no estoy seguro de quién eres. Saludos de todas formas y gracias por leer mi blog. :D

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  3. D:
    ¡Es tu hija imbecil! xD

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  4. Qué tontaca eres, y ahora te quedas como anónima? Podías haber puesto Au o algo así, conozco demasiada gente y tengo muy poca memoria! Y más con la gente que aún no conozco! Vete a la cama y duérmete!

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  5. :) si, papi...jajjaj
    no antes sin rozar nuestros rabitos ante la luna. MIaaauu

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