miércoles, 31 de marzo de 2010
a lo cine español
Se debería dosificar, conseguir sacarlo poco a poco, conforme se necesita. Digamos que esta noche te apetece sentirte querido, pues te sacas un poco del bolsillo y ya está. Si te apetece salir de fiesta te lo vuelves a guardar, y fuera remordimientos. ¿Quieres componer? Pues te compras una bolsa de "sabor platónico" y la inspiración llega sola. Así, bueno, probablemente te canses antes y dejes de usar siempre el mismo, pero escogerías mejor. Uno se echa una colonia y busca la que vaya con su personalidad, la fragancia que lo distinga entre la multitud. Hasta que no encuentra la de verdad seguiría buscando, bote por bote, hasta encontrar la perfecta (¡si es que hay suerte!). Ya se imagina usted que si te echan toda la colonia por encima... sí, durar dura, al principio muy intenso y luego, afloja... pero, ¿y si te das cuenta una vez volcada que te has equivocado? Ya es tarde, tienes hasta los huesos impregnados. Puedes ducharte e intentar arrancar el máximo material, pero se queda un resto que se mantiene hasta que consigues taparlo, ocultarlo bajo una nueva fragancia. Por supuesto, si juntamos dos colonias distintas el resultado apesta, tendrías que esperar una barbaridad para poder eliminar ese nuevo olor que emanarías. Deberíamos tener probadores, un poco en las muñecas, y si nos gusta, hasta en la nuca. ¿Nos decidimos? Pues nos llevamos este frasquito, ya volveré a por más cuando sea necesario. Encima, no sé si a usted le ha pasado, pero el olfato juega malas pasadas. De repente llega una ráfaga de viento que trae ese perfume, y lo está inventando, seguro, pero ahí está, real como el Madrid, en sus narices, "recuerdos olfativos" le escuché decir a uno por la radio. No hace falta ni cerrar los ojos para recordar de dónde conoce esa fragancia. Y ya está, todo el día con eso en la cabeza hasta que hueles otro más fuerte, o hasta que la parienta le quita las tonterías a guantazos, ya me entiende, que eso de llegar oliendo a otra no lo llevan muy bien...
¿Le apetecen unos kikos? Llevo una bolsita por aquí, tanto hablar de ellos me ha entrado el gusanillo. Por cierto, ¿qué calle me ha dicho? Por Dios, este taxi cada vez me consume más. Esa es otra, ¿sabía que el motor de agua lleva inventado décadas? Todo esto de retrasarlo es culpa de las petroleras americanas, que controlan esas cosas... si yo le contara... [...]
lunes, 29 de marzo de 2010
Abandonada
Se desnudó a la luz de la luna, quizá no viviría allí mucho tiempo pero un baño más no se lo quitaría nadie. Anduvo tranquilo, disfrutando de la temperatura, sintiendo cómo se le erizaba cada parte de su cuerpo conforme se adentraba en tan oscura bañera. La luna reflejada en un ángulo perfecto, el agua semejaba un lago de aceite. Sin duda era una cala maravillosa. Hizo el muerto un rato disfrutando del frío nocturno veraniego, se chapuzó y terminó por salir después de haber mojado su garganta con tan salada sustancia. En la arena todo seguía tranquilo. Nadie alrededor, ni siquiera viejos conocidos, no quedaba nadie. Todo era nuevo y viejo para él al mismo tiempo... se sentía raro y desgraciado, se sentía estúpido. Se vistió y volvió a fumar acostado sobre la arena, mirando el cielo, mirando las estrellas. El cielo era, paradójicamente, lo único que le ataba a la tierra, era lo único que le hacía pensar que pertenecía a este mundo. Daba igual donde fuera, reconocía las estrellas, las constelaciones, la estela de las fugaces, el recorrido de la luna. No sabía qué pensar, hacia dónde marchar, qué hacer ahora. Bueno, ahora dormiría, necesitaba descansar su alma, las decepciones le hacen a uno más viejo, sobretodo cuando no se dejan ver en el exterior. Lanzó la colilla, cerró los ojos y durmió. Todo parecía más fácil en sueños. [...]
lunes, 22 de marzo de 2010
¡¡¡NO AL CIERRE DE WEBS!!! NO A LA LEY SINDE
Hace meses incluí en mi blog un buscador, una tontería que me convierte en culpable ante la ley (ley? eso no es de jueces? ah, no!!! ahora es cosa de ministros!!) y, por lo tanto, da derecho a la clausura. Censurad internet, censurad cultura, censurad la libertad. Seguid votando, gilipollas.
Alguien se siente aludido? Sigue votando, o mejor, patenta gilipollas a tu nombre, así tendré que pagarte, será la primera vez que pague a la SGAE con todo el gusto del mundo.
Un país en crisis, sindicatos vendidos, combustibles imposibles, decretos inútiles y medidas ausentes. Pedazo de imbéciles, seguid votando. No hay más preocupación que que veamos series por internet.
Sueño con el anarquismo, pero la gente no es buena. Sueño con el comunismo, pero nadie se esfuerza más que nadie sin recompensa. Sueño con la igualdad, pero siempre seré un marginado ante la ley. Soy realista, soy realista y, aún, español; siento vergüenza del que una vez fue un gran imperio, siento vergüenza ajena, siento vergüenza de mis compatriotas. Nos defendimos de los Bonaparte y nos dejamos llevar por zapatistas de mierda. ¿Si no hablan con acento no cuenta? Capullos que amáis la bandera por el mundial, invidentes que pensáis en el papel de las paredes mientras os petan el culo. Soy un cobarde, es cierto. Sueño con irme, sueño con irme a un lugar civilizado y dejaros a todos aprendiendo a nadar en rios de estiercol que vosotros mismos habéis provocado.
Algún día tendréis una pequeña epifanía, aunque sea muy pequeña, y empezaréis a daros cuenta de todas las mentiras que rodean vuestros ideales... votad, inútiles, cerrad los ojos y votad...
Lo siento, iba a hablar de la Ley Sinde y me he ido por las ramas... supongo que lo mejor es dejaros con alguien que sabe de lo que habla, el gran David Bravo, defensor de todos los internautas (incluidos los que no se lo merecen)
[...]
martes, 16 de marzo de 2010
Lo prometido es deuda
Carmen, sé que esto no te hace ni el cuarto de justicia que te mereces, pero no quiero seguir haciéndote esperar buscando las frases perfectas. Así que hago lo de siempre, olvidar cualquier idea y escribir de golpe lo que se me ocurra.
Te escribo también una frase preciosa que acabo de leer: La fuerza hidráulica más poderosa del universo, es la lágrima de una mujer. Carlos Fisas
Y bueno, espero que te guste este absurdo relato sobre un concierto que jamás llegamos a ver:
Íbamos caminando por el paseo de la playa. A lo lejos, el reloj de una iglesia marcaba las tantas de la mañana mientras nosotros andábamos hablando, más bien gritando, lo increíble del concierto. Me paré y me quedé mirándola, no me lo podía creer, hace dos meses esto hubiera sido imposible.
La camiseta negra con el nombre de un grupo y una pequeña muñequera de pinchos denotaban el tipo de concierto del que acabábamos de salir. Se lo había prometido, y siempre me ha gustado ser un tipo de palabra. – ¿Qué significa ser gótico?- me preguntó Carmen hace tiempo, y poco a poco fuimos desvariando hasta que quiso saber lo que se sentía al estar en un concierto heavy rodeada de heavys y moviendo la cabeza de un lado a otro al ritmo del los distorsionados acordes heavys. Fue entonces cuando le juré que la llevaría a uno de esos conciertos en los que el corazón late tan fuerte que deseas que nunca acabe ese sólo de batería.
Llegamos hasta unas rocas y nos sentamos. Bueno, ella no permaneció demasiado tiempo así, pues se levantó pletórica y siguió describiendo todas las sensaciones tan maravillosas que había experimentado durante la hora y media que había durado el espectáculo.
- ¿Tú también has sentido que te retumbaba el estómago cuando le daban al bombo? ¡Es demasiado! Y cuando por fin he podido abrir los ojos me encuentro al guitarra que comienza a bajar y a subir por el mástil a una velocidad demencial tocando justo las notas que debían sonar. Ahí me sentía libre, sentía los instintos más básicos brotando desde mi interior y sólo me apetecía saltar y gritar ¡y al hacerlo me seguía todo el mundo! Y caías al tiempo justo, y volvías a saltar, y otra vez abajo cuando la baqueta hacía resonar la caja, y otra vez, y otra…
Yo estaba asombrado, vaya pedazo de descripción me había hecho en un rato sin dejarme decir ni una palabra. La veía feliz, con los ojos como platos relatándome todo lo que se le ocurría sin cortarse. Cuando la conocí era una niña preciosa, una morena de cuerpo atlético, la típica a la que le gusta pasarse las tardes en la piscina escuchando el canto del loco. Poco a poco fuimos conversando, cada vez con mejores y más largas charlas, llegando a pasarnos la noche entera de un viaje en autobús despiertos, hablando de cualquier cosa, sin pensar en nada. Todo el mundo decía que no pegábamos, que no teníamos nada en común de lo que discutir… y así era; pero había algo que nos hacía seguir interrogándonos, preguntándonos mutuamente sobre nuestros mundos, tan distintos y tan cercanos a la vez.
Allí fue donde me hizo la pregunta, en aquel autobús, e hice voto de llevarla al infierno conmigo. “Lo haré aunque me cueste ir al paraíso para secuestrarte” le señalé con una sonrisa.
Y así pasaron dos meses, entre intercambios de biografías y préstamos de decenas de CDs. Le hice ver que el heavy es algo más que “sex and drugs and rock’n roll”, y que el motor de una harley es la música más dulce que puede escuchar un mortal.
Yo seguía sentado en las rocas, la humedad me llenaba el pecho mientras intentaba calentarme las manos jugando con una de mis muñequeras. Ella no paró de moverse hasta que consiguió tranquilizarse, momento que aprovechó para sentarse a mi lado y, mirando el horizonte, comentar que estaba a punto de amanecer, resoplando después desde lo más profundo de sus pulmones. Le dije que aprovecháramos para ver las últimas estrellas de la madrugada mientras me recostaba sobre la fría piedra. Carmen se acostó también y, estando allí, aprovechó para darme las gracias por una de las noches más apasionantes de su vida. –Gracias a ti, princesa, por haber venido. Me he divertido mucho estando contigo, ha sido de los mejores conciertos gracias a ti-
Justo entonces; fue justo entonces cuando debería haber sacado el valor necesario para darme la vuelta y besarla. El valor necesario, aunque sea, para cogerle la mano. Pero no, ahí me quedé yo, mirando las estrellas deseando que el cielo cayera sobre nuestras cabezas. Al menos me dio tiempo para ponerme las gafas de sol antes de que la luz crepuscular descubriera a un cobarde que se repetía que era incapaz de manchar un ser tan frágil y hermoso; que se excusaba a si mismo repitiendo que nunca se hubiera permitido que un cerdo comiera de tan dulce miel. Un cerdo que recordaba una y otra vez el perfil de su rostro, el brillo de sus ojos, la silueta de su cuerpo… la sombra de sus alas. El cielo queda demasiado alto para alguien que tiene que ir reptando, volví a aprender en aquella roca viendo el sol salir.
Ante nuestras narices
Esos momentos cuando la mirada es tan profunda que cuesta hablar, cuando no existe nada más alrededor, cuando su fragancia envuelve el mundo... es en esos momentos cuando bajo la cabeza para no ver la película. Es en esos momentos cuando la melancolía vuelve a mí en forma de lágrimas. Hace ya tanto tiempo que duele.