sábado, 20 de febrero de 2010

Un poco más

Late, pequeño, late. Trabaja un poco más mientras el cansancio se deja caer en mis párpados. Late, lléname de vida, hazme sonreir, inúndame con el calor de tu nectar, inúndame con el sabor de los sueños. Late, mi cielo, late. Planea la huída, lucha por el cambio, invítame a embriagarme con la fragancia. Late, tristón, dale un poco más, déjame dormitar en este sopor que mis noches acompaña y mis días oscurece. Late. Late un par de años más, me lo prometiste, déjame acabar con aquello que pactamos, aguanta hasta el final, sobrevivamos a este juego de vaivén hasta que sea nuestra hora. Late. Hagámoslo por un abrazo más, hagámoslo por la tranquilidad, por compensar la balanza, por besar el cielo, por atravesar el infinito. Late dulcemente, late tranquilo, late acariciando cada segundo, agarrándote a cada suspiro. Late sin tener nada que decir, hazlo por mí, hazlo por ti, no lo estropées expresándote. Late. Disfruta en paz de esta inestable seguridad, disfruta agazapado, disfruta apartado de la realidad. Hazlo como quieras pero late, pequeño, late. [...]

domingo, 7 de febrero de 2010

Inerte

Contemplando a través de la empañada ventana de su habitación esperaba una noticia que le hiciera salir del letargo en el que se encontraba. Después de varios minutos observando los dibujos que formaban las luces al paso de los coches decidió darse una ducha con la esperanza de transformarse en cualquier otra persona. Últimamente demasiados hechos acosaban su rutina, demasiadas coincidencias y decepciones que no hacían más que insultar a sus inestables esperanzas a las que se agarraba como a un clavo ardiendo. Seguiría esperando señales de un futuro más claro. Esperar se había convertido en una de sus especialidades: no todo el mundo tenía la paciencia necesaria para dedicar una vida entera a la espera, a la contemplación, al sueño de mejores recuerdos.
Axel respiraba con gusto el cálido vaho del agua que recorría su cuerpo ahora renovado. Con el dedo dibujó un triángulo sobre el espejo sin esperar encontrar ningún significado especial. Secó la melena lo justo para que no goteara demasiado y salió medio vestido, disfrutando aún de la humedad caliente del ambiente que había creado, recordando las gotas de lluvia que salpicaron su cuerpo uno de los mejores días de su vida. El móvil seguía ahí, tranquilo, inerte, conectado inútilmente a la red de su operadora. Terminó de vestirse y volvió a mirar por el cristal, la calle seguía igual, los coches seguían dibujando senderos en el aire con sus luces. Y así se quedó, tranquilo, inerte, perdido en los entresijos de su cerebro, con los sentidos anestesiados y la consciencia aletargada. Ahí se quedó, esperando la noticia, esperando sonreir.
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lunes, 1 de febrero de 2010

Desde mi celda

11 de Mayo de 2006. 1:51 a.m.

Hoy hacía tanto tiempo que ya ni me acordaba; he vuelto a verme reflejado en esa persona que saboreaba con placer los dulces besos que nos dimos en el sofá, aquel que le robó un pico a una diosa, o como ese que prometió recordar siempre el tacto de tus dedos. La brisa pasa entre mis dedos acariciándome suavemente, en mis parpados se refleja la luz de la Luna que tanto amé. Estoy tan sobrio que juraría no ser yo. Desde esta ventana todo es diferente, entre los barrotes no se escucha el mar. Hace años que dejé de sentir el movimiento de la arena al ser arrastrada por las olas desde la ciudad, hace años que no consigo callar las voces que en mi cabeza me gritan libertad, las voces que en mi cabeza me gritan paz. Por los hoteles en los que jamás llegamos a estar, por esas rosas que nunca pude darte y por el amor que apacigüé con excesos a la orilla de la playa, hoy no brindo ni soy feliz.
Juré escapar, juré volar y despertar, juré no volver a sufrir nunca jamás y aquí estoy, observando el mundo desde mi celda, deseando retomar el hábito del latigazo en el pecho. Todos deseamos lo que no tenemos, pero amamos demasiado aquello que perdimos. Tengo una carta que no fui capaz de enviar por amor propio, la tengo guardada en el lugar más oscuro de mis rincones, pero late como latía el corazón acusador de la víctima a ojos de su asesino. Te temo tanto que te pierdo por respeto, echaba de menos saber que sigues viva.
Sé que la persona que quiero que lea estas frases no la leerá, pero al menos dejo escrito aquello que fui tan cobarde de callar cuando debí gritar. No sirve de nada pedir perdón ahora ni nunca, jamás lo hubieras permitido. Tampoco voy a sentirme mejor por pedírtelo y observar tu mirada ausente pensando en el siguiente insulto que decir por haber sufrido tanto. Lo que siempre intenté demostrarte y jamás lograste entender es que no hace falta escuchar un te quiero de mi boca para saber que no miento. Te amé, estuvimos juntos y te amé. Te amé al sentarnos juntos en esos bancos, te amé cuando en vez de saltar me abrazaste por primera vez, y te seguí amando hasta que me dijiste que no lo hacía lo suficiente, esa es la razón por la que esos momentos no se borraron jamás. Jamás lo entendiste, y aún no entiendo por qué me pedías que lo repitiera. Cabrón y patético gilipollas, no lo entendí. Perdí mucho más que un móvil y unos cuantos euros contigo, perdí un amigo, y eso soy yo quien no lo quiere perdonar. Al menos recordaré durante unos años más las tardes en las escaleras escuchando recuerdos de la Alhambra.
Bueno, siempre por las ramas y sin decir nada. Lo que quería dejar caer es que durante esta época de hibernación me está dando mucho tiempo para pensar en todo. He recordado situaciones que creía en el olvido, y he lamentado palabras y promesas que nunca dije ni logré conseguir. Desde Granada hasta Aurillac, desde la A hasta la Z. Durante mucho tiempo echaré en falta alguien con quien volar sin saltar y reír sin pensar, quizá aún no haya salido mi tren, tendré que correr para no perder el próximo que tome rumbo norte.
Por cierto, vivir es lo más importante de la vida, pero vivir por alguien es la única razón que hace de la vida un estado interesante; buscad.
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